Lo siento. Alguien tenía que decirlo: no existe la inteligencia artificial. Es mentira. Es un nombre muy mal puesto. Al igual que juntar letras no es literatura ni mucho menos poesía, juntar datos, copiar expresiones, ordenar cifras ... no es inteligencia, es, como mucho, cuñadismo.
De la IA tengo claro dos cosas: Que es especialmente útil y que, para crearte un criterio fundamentado ... no sirve. Hay que usar a la IA como atajo hacia la información difundida, que no es toda, que no es la mejor, que no tiene por qué ser siempre verdadera.
Por tanto, todo lo que nos suministra la IA ha de pasar, como todo lo que nos llega a los cinco sentidos, por nuestra propia criba, selección, clasificación, análisis, resumen y... conclusión.
Por supuesto que hay que tener en cuenta el flujo informativo que nos suministra la máquina, al igual que hace años flipábamos con los datos que automáticamente nos ofrecía la calculadora. Pero si crees que una calculadora o la IA te va a sustituir, es que ya te han sustituido. A ti.
Si ante el flujo constante de datos bajamos nuestra capacidad analítica al mínimo, el siguiente paso será la mirada perdida y la baba cayendo. Pasaremos del modo humano al modo pan sin sal, ficus o sepia envasada al vacío.
Se hace preciso recurrir, siempre, a la duda.
En estos tiempos de intereses cruzados, mentiras constantes, manipulación y tergiversación, hay que escuchar y leer a todo el mundo, IA y cuñados incluidos, pero... también hay que ponerlo todo en duda. Recordemos a Unamuno y su San Manuel Bueno, mártir.
Hay que evitar sacar conclusiones precipitadas y fáciles. A lo que nos dice la IA, como al consejo del cuñado, hay que escucharlo y tenerlo en cuenta. A veces es muy útil. A veces aciertan y todo. Todo puede sumar, siempre tras aplicarles el debido, personal e intransferible análisis personal, pero sin olvidar que la IA es, básicamente, una máquina de copia y pega rápida como un demonio.