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De subvenciones y mamandurrias

Los 120 millones de ecoincentivos que tiene previsto repartir el Plan de Recuperación entre el transporte ferroviario y el marítimo no son sólo una cantidad más bien reducida, si tenemos en cuenta que en su día lo previsto era dedicar 125 millones sólo al ferrocarril.

  • Última actualización
    19 mayo 2021 08:09

En el caso de este último, además, el planteamiento de los ecoincentivos nos lleva hacia un infinito desagüe, precisamente por no mirarse en el espejo del modo marítimo que, en su caso, sí que se mira a sí mismo y opta por ayudas a la demanda.

No olvidemos que la experiencia de las autopistas del mar fue un engañabobos donde se quiso incentivar directamente a las navieras para que con los fondos públicos asumieran parte del riesgo de iniciar un servicio que se comprometían a mantener una vez se consolidara, todo ello basado en ayudas económicas en función de los camiones que se “retiraban” de la carretera.

Hubo dos autopistas. En el primero de los casos, el problema de inicio fue que los adjudicatarios no querían asumir riesgo alguno. Papá estado se lo tenía que pagar todo, los tráficos nuevos y los tráficos preexistentes, una tomadura de pelo que obligó a que el proyecto fuera pasando de mano en mano hasta que se produjo la conjunción de Saturno con Plutón y el antiquísimo y rotatorio contrato de automoción en el que se basaba todo coincidió en día y hora con el enésimo adjudicatario de la autopista.

En el otro caso, el devenir fue mucho más simple. La autopista funcionó hasta que hubo dinero público. En cuanto se acabó la subvención, la naviera tomó las de Villadiego y aquí paz y después... nada.

Por cierto, mejor no hablar de la espantosa burocracia que generaron los autopistas del mar en su definición con Francia y con la Comisión Europea.

Mientras esto sucedía, en Italia optaron por el ecobono, es decir, por incentivar igualmente cada camión que se subía al barco, pero en vez de darle el incentivo a la naviera, se le daba al transportista mediante una lógica aplastante: si quieres incentivar el trasvase modal, incentiva a quien tiene el mango de la sartén para trasvasar, incentiva a quien decide, incentiva al transportista. Aquel éxito sirvió de ejemplo, hasta el punto de que, tras un arduo esfuerzo, un proyecto de ecobono español fue definido durante el periodo de Ana Pastor como ministra de Fomento, si bien, por los avatares políticos no cristalizó.

Si de lo que se trata es de lograr el trasvase modal, incentívese al que se sube al ferrocarril en el momento de subirse

Ahora el Plan de Recuperación retomará el ecobono por la vía de ecoincentivos a la demanda en el transporte marítimo, si bien en el caso del ferrocarril se ha decidido que los ecoincentivos sean a la oferta. ¿Razón? Sólo se me ocurre una. Que el objetivo real no sea el trasvase modal, sino financiar a los operadores ferroviarios y cubrir sus agujeros negros.

Más allá de que al operador ferroviario público predominante se le vienen cubriendo esos agujeros per se desde el comienzo de los tiempos, con esta medida desaparece toda transparencia, pues además las ayudas estarán en función de cada euro de costes externos ahorrado por t/km transportada, es decir, de nuevo la vía de regalar dinero del erario público de partida con los tráficos preexistentes, un premio sin finalidad directa ni control de su destino. Desconcertante.

No niego que los operadores necesiten ayudas, principalmente a la inversión, modernización y digitalización. En tal caso, actívense de manera específica con esta finalidad y con control directo, para renovación del parque o para I+D+i.

Ahora bien, si de lo que se trata es de lograr el trasvase modal, incentívese al que se sube al ferrocarril en el momento de subirse, de forma transparente, con causa y efecto, generando una nueva rutina, una nueva cultura, haciendo que la subvención tenga sentido y no convirtiéndola en una nueva mamandurria.