Siempre hemos vivido así. De un día para otro. Sin necesidad de ser bipolar, tan sólo un ser humano. Un día te sientes bien, al otro mal. Un día eres dichoso, al otro desdichado. Un día te crees el rey del mambo, al otro un mierda. Un día estás, al otro no estás; es más, dejas de estar, para el resto de tus días. C’est fini. Amén.
Como decía Mateo (“El Evangelista"), cada día tiene su afán. “Nunca se angustien por el día siguiente, porque el día siguiente traerá sus propias preocupaciones. Bastante hay con los problemas de cada día” (Mateo 6:34). No sabía que los gurús del mindfulness leen también la Biblia, pero el caso es que por haberlos, hay también días especiales aunque sólo sea por el hecho de que queremos que sean especiales. Por pura cabezonería. Y porque tenemos carné de procrastinador. Luego llegan las prisas, la angustia, el insoportable tic-tac del reloj clavando sus finas agujas en nuestra mala conciencia... cuando ya es demasiado tarde.
En “Sunderland 'Til I Die”, el magnífico docudrama de Netflix que muestra el descenso a los infiernos futbolísticos de los “Black Cats”, ese día especial llega el último día de la ventana de fichajes, cuando acuciados por la necesidad, el fantasma del descenso deportivo en su caso, o la urgencia de promocionar de categoría, el Club fía toda su suerte a los fichajes del último día en una carrera desesperada contra el reloj y la chequera. Tic-tac-tic-tac... y a las 23:59:59 la suerte estará echada.
Vivimos en un ay, estamos constantemente pendientes de una parte de la cadena logística que, sin que deba renunciar a los derechos que la Ley le otorga, no puede apartar su mirada de los tiempos extraordinariamente complejos que vivimos
En Bilbao hemos aprendido algo de esto durante los últimos días: no es bueno dejar los deberes sin hacer hasta última hora. Hubiera sido divertido, y desquiciante, al mismo tiempo, observar a través de una hipotética webcam colocada en los salones de Ibaigane, la sede social del Athletic Club, el trajín de directivos, personal de la dirección deportiva e incluso jugadores de la primera plantilla, tratando de atar el fichaje de Fernando Llorente. Pero sainetes al margen, felizmente resuelto éste, por cierto, el reloj de las urgencias marca las horas en estos mismos instantes de la tarde del jueves 8 de octubre en que redacto estas líneas, en Bilboestiba CPE.
Este 8 de octubre era el día clave, por ser el último hábil, para desactivar la convocatoria de huelga de la estiba en el Puerto de Bilbao. Hay costumbres que no cambian. ¿Para qué vamos a resolver el problema antes, si tenemos todavía 24 horas para arreglarlo? Tic-tac-tic-tac...
A estas horas, sindicatos y empresas apuran los segundos tratando de hacer valer sus bazas en una negociación que, como el tiempo demuestra, pocas veces se salda con un acuerdo duradero y estable. Mientras entre tomas y dacas arreglan sus diferencias, hay un montón de gente afuera esperando a que, como si de la Capilla Sixtina se tratara, una columna de humo blanco salga de la chimenea del edificio de Bilboestiba CPE: “¡Habemus pace!”.
Es mucho lo que se juegan las empresas y las personas que confían su presente y su futuro a los servicios que les presta el Puerto de Bilbao, como para vivir en un ay y estar constantemente pendientes de una parte de la cadena logística que, sin que deba renunciar a los derechos que la Ley le otorga, no puede apartar su mirada de los tiempos extraordinariamente complejos que estamos viviendo.
Como todos bien sabemos, las cosas cambian de un día para otro. En estos momentos, me gustaría poder decirles hacia donde cambiarán mañana. Pero precisamente este Zig Zag escrito para el papel, que consagra los festivos, no está escrito exactamente de un día para otro. Espero sepan comprenderlo. Nos encontramos.
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