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Dejar de ser invisibles

Eso de que casi todo puede tener pros y contra es de las pocas verdades verdaderas que conozco. Tras casi 35 años en esto de informar del sector, he de confesar que determinadas épocas, determinadas noticias, nos transmiten la sensación de que vivimos eternamente en el Día de la Marmota.

  • Última actualización
    25 febrero 2021 16:03

Todo se repite, en periodos de tiempo más o menos largos, de forma parecida o idéntica, como gotas chinas. La experiencia genera aburrimiento. Pocas son las cosas que nos llaman realmente la atención, pero haberlas, “haylas”. Entre ellas está la situación por la que pasan los fletes en estos tiempos convulsos. Eso de que suban los precios del transporte marítimo, que haya más mercancía a mover que contenedores disponibles, que algunos puertos tengan días de espera para atender los barcos... es una gran faena para mi querido colectivo logístico. Pero, miren por donde, también tendría sus cosas positivas si todo o parte del incordio de esta situación que en Diario del Puerto hemos bautizado como “la tormenta perfecta” se repercutiera sobre el consumidor final. Algo que probablemente no se hará porque el sector es así. Ocurre que solo conseguiremos que se valore el transporte si se cobra lo que vale. Y eso se consigue por una única vía: repercutiendo los sobrecostes en el consumidor. Si, como suele ser muy habitual, los sobrecostes en el transporte marítimo los absorbe este o aquel eslabón de la cadena logística, seguirán pasando desapercibidos los vaivenes que sufre nuestro sector. Seguiremos siendo invisibles. La sociedad solamente respeta al transporte y la logística cuando lo pierde o ve que puede perderlo.

Cuando uno ayuda a otro puede generar la opinión de que estamos ante una persona especialmente generosa o, como suele ocurrir, habremos de escuchar que no es que sea generoso es que le sobra el dinero. Si el transporte no repercute las subidas de combustible, las tensiones en la cadena de suministro que ha generado el COVID, o el tiempo que se pierde por hacer cola en una terminal que necesita más espacio... se pensará que a los logísticos les sobra el dinero, que el esfuerzo en la pandemia no era para tanto o que este o aquel puerto se puede apañar sin ampliarse. Ya saben aquella famosa sentencia del político de turno: “No entiendo por qué tanta necesidad en ampliar el puerto si no veo ninguna cola de buques en la bocana”.

Si, como suele ser muy habitual, los sobrecostes en el transporte marítimo los absorbe este o aquel eslabón de la cadena logística, seguirán pasando desapercibidos los vaivenes que sufre nuestro sector. Seguiremos siendo invisibles

El miedo a repercutir los sobrecostes no transmite esfuerzo empresarial añadido, sino cuentas de resultados suficientemente holgadas. Los nervios, la tensión y la incertidumbre ante las fluctuaciones de los costes del transporte serán menores o ningunos, cuando todos, automáticamente, repercutan esos movimientos directamente al usuario final. Entonces se dividirá la tensión de los logísticos y se multiplicará, al fin, el respeto social a nuestro sector.

Cuando se activó la posibilidad de comprar la comida por internet y que la trajeran a domicilio, no se cobraba el transporte. No me pregunten por qué. Todo a expensas de que las empresas logísticas trabajaran sin beneficio alguno, me consta. Esos señores encargados de llevar el pan y la sal a la puerta de casa eran como fantasmas. Un misterio más en nuestras vidas. Como la ropa sucia que desaparecía de los rincones de nuestra habitación infantil para aparecer poco después limpia y doblada en el armario. La ropa sucia nunca existió hasta que nos tocó lavarla a nosotros. Ahora se empieza a pagar porque te lleven la comida a casa. Les garantizo que lo pago con gusto, me fijo más en su trabajo, reconozco sus furgonetas y empiezo a darles propina.