“Su código es... CORRECTO”, reza el datáfono una vez sí y otra también cada vez que debo teclear el PIN para hacer un pago con tarjeta de crédito. Y qué quieren que les diga, a servidor esas décimas de segundo se le hacen eternas. Es un instante de tensión y sudores fríos. Nunca cambio la clave. Es la misma de siempre. Debería ser un trance tan vulgar como automático, pero aguardo impaciente hasta que el datáfono grita su veredicto y entonces en mi interior siento un regocijo como el de Rafael Nadal tras cada punto de partido, para con los labios prietos decirme: “¡TOMA! No fallo una...” Digo yo que con esto del “shipper of choice” los cargadores andan como servidor con el PIN de la tarjeta, sólo que a la inversa y a la bestia. Debería ser algo automático eso de que una naviera quiera transportar tu carga, sólo que el mercado ahora nos dice que en cualquier momento la “tarjeta” puede ser “DENEGADA”. Tremendo...