Desde que el término “descarbonización” comenzó a invadir el espacio público, avivado por cumbres climáticas que demuestran que, más allá del deseo compartido de un futuro verde, existen diferencias casi insalvables en las estrategias de los países por alcanzar los objetivos propuestos, y que inevitablemente hacer caer a la ciudadanía en el más absoluto escepticismo, el sector del transporte ha sido puesto en el centro de la diana por su carácter “contaminante”.
Fuera avión, camión o barco, la responsabilidad de la descarbonización del transporte se ha cargado casi en exclusiva sobre las espaldas de los propietarios y operadores de los medios de transporte, como si toda la cadena logística se redujera a un sólo eslabón y los bienes y mercancías que llenan esos aviones, camiones o barcos, no tuvieran dueño, ni origen o destino.
Son de sobra conocidas las crecientes restricciones y obligaciones que deben enfrentar los operadores de estos medios de transporte en el marco de las nuevas políticas medioambientales promovidas tanto por gobiernos locales, regionales y nacionales, como por organismos supranacionales como la Comisión Europea o la Organización Marítima Internacional, en el caso del transporte marítimo. Sin embargo, poco se ha hablado sobre la responsabilidad del cargador en la descarbonización de la cadena logística, como si éste no formara parte de la misma o su responsabilidad quedara delegada en la del transportista.
Sin embargo, incluso aquellos que parecen observar los objetivos de descarbonización del transporte desde cierta distancia y están más concentrados en sus propias cuentas de resultados, se toman también esta cuestión muy en serio, aunque sólo sea por las grandes cantidades de dinero que se pueden ganar o perder. Porque lo que está en juego es nada más y nada menos que el equilibrio entre la oferta y la demanda a largo plazo de la red de transporte marítimo mundial.
Poco se ha hablado sobre la responsabilidad del cargador en la descarbonización de la cadena logística, como si éste no formara parte de la misma o su responsabilidad quedara delegada en la del transportista
Es por ello que un consorcio global de nueve grandes cargadores, entre los que figura la española Inditex junto a otras multinacionales como Ikea, Amazon, Michelin o Unilever, se ha comprometido a utilizar solo servicios de transporte marítimo impulsados por combustible sin carbono a partir de 2040 para mitigar así el impacto climático del transporte de mercancías en todo el mundo.
El consorcio, llamado coZEV (Cargo Owners for Zero Emission Vessels), se presenta como una plataforma de colaboración dirigida por los propietarios de la carga, que permite a los clientes del transporte marítimo asociarse y utilizar el poder de su marca y las economías de escala para acelerar la descarbonización marítima.
Ningún cargador tiene suficiente influencia en el mercado para permitir la descarbonización de la industria marítima por sí solo, pero a través del enfoque de coZEV en el papel único del cargador, las empresas pueden tener ahora la oportunidad de unirse para demandar una mayor ambición en toda la cadena de valor del transporte y emprender acciones colectivas concretas en actividades y proyectos relacionados con la descarbonización.
Una de las primeras acciones que desarrollará este consorcio será dar soporte a los cargadores para los primeros corredores de transporte marítimo sin emisiones. Todo gran viaje comienza con un primer paso. Y en este viaje caminamos todos, sin excepción.