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Ejemplaridad

  • Última actualización
    17 marzo 2020 15:59

En el día 4 del estado de alarma, este Suricata asiste con estupefacción al contagio generalizado de ministros, presidentes de comunidades autónomas, consejeros y, por supuesto, cónyuges de presidentes de Gobierno sin tener muy claro si es que los políticos salen más a la calle que el resto de los mortales, y de ahí el contagio; si es que los políticos se han saltado algunas medidas de protección fundamentales; o si es que los políticos tienen acceso, por razones del ejercicio de responsabilidad que conlleva su cargo, a unos análisis que ya no nos van a hacer a nadie, salvo que estemos muy enfermos, de ahí su índice de contagio, mayor cuanto más elevado es el cargo.

Cuando hace semanas asistíamos, como si Irán fuera Saturno, al contagio de uno de sus ministros, nos imbuía la vergüenza ajena porque no hay mayor fracaso que pedir a la sociedad que luche contra algo que a ti mismo ya te ha derrotado. Un mes después, ahora que la situación cercena nuestras carnes propias, tal vez seamos algo más comprensivos al ver de cerca la virulencia y lo imprevisible del virus. Ahora bien, la reflexión debería ser la misma. Habría que ser ejemplar en todo, también en esto, aunque sea por respeto a los sanitarios, dependientes o logísticos que, ellos sí, no tienen más remedio estos días que exponerse al contagio por el bien del resto de ciudadanos.