La ministra más logística de este Gobierno hasta que el tiempo nos demuestre lo contrario (Dios lo quiera) es... Reyes Maroto, la única miembro del equipo de Pedro Sánchez que a estas alturas de la película ha paseado palmito por un acto logístico.
A la ministra de Transportes, sin ir más lejos, dos meses después de su nombramiento aún la seguimos esperando por estos lares, ajena, de momento, tanto a actos logísticos relativos a sus decisiones competenciales como a actos puramente sectoriales.
Así pues, cesado Ábalos (nuestro logístico ausente aun cuando estaba presente), la única que de momento ha tocado pelo logístico es Maroto, en aquel acto de la terminal intermodal de Marchamalo en el que la responsable de la cartera de Industria quiso ser grandilocuente y pecó de ignorante.
Fue precisamente Maroto noticia ayer en la prensa generalista porque, dentro de sus competencias en materia de Turismo, ha abogado porque el “espectáculo maravilloso” de la erupción del volcán “Cumbre Vieja” en La Palma sirva de “reclamo” turístico.
Más allá del escaso tacto, debemos destacar que la ministra puso como referencia del “turismo de volcanes” a Islandia, de donde nos vino una de las oportunidades logísticas más insólitas de los últimos 20 años.
Fue el 14 de abril del año 2010 cuando el volcán islandés Eyjafjallajökull, dentro de un proceso eruptivo que llevaba produciéndose ya varios días, arrojó ceniza volcánica a varios kilómetros de altura, alcanzado la atmósfera y generando una nube de partículas y fragmentos de vidrio cristalizado que el viento difuminó por todo el norte de Europa.
Esto obligó a que desde el 15 hasta el 20 de abril el espacio aéreo de gran parte de Europa quedará totalmente cerrado. Más de 17.000 vuelos dejaron de operarse y aeropuertos como Fráncfort o Ámsterdam fueron clausurados.
En medio de este caos operativo, la única solución para evitar que las cadenas logísticas aéreas se detuvieran fue... España. La Península Ibérica, libre de la influencia de la nube volcánica, se convirtió en la única puerta de entrada y de salida aérea para Europa. La mercancía comenzó a subir a bajar del continente en camión a la desesperada para salir hacia el mundo y llegar del mundo a través de grandes cargueros en los aeropuertos de Barajas, Barcelona, Vitoria o Zaragoza.
Por unos días fuimos Fráncfort, fuimos líderes continentales y mundiales en carga aérea, un milagro inesperado pues veníamos de 2009, el año del desplome de los tráficos fruto de la crisis económica, y estábamos en nuestras horas más bajas. De pronto, surgió esa gran oportunidad que el sector de la carga aérea español estaba esperando, surgió la ocasión de demostrar al mundo que estábamos preparados, aunque, como reconocieron numerosos expertos, realmente no lo estuvimos del todo por la escasa flexibilidad de las autoridades aeroportuarias y el colapso vivido en algunas terminales, que impidió operar aún más vuelos y procesar aún más carga.
Aún sí “lo hicimos” y, además, aquello no fue en modo alguno un espejismo. Sí, abril de 2010 fue en aquel momento el mejor mes de la historia de la red AENA con un crecimiento del 39,5% y un total de 57,76 millones de kilos. Ahora bien, por otras muchas razones y virtudes, a partir de ahí arrancó una década histórica en cuanto a crecimiento en el tráfico que llevó a que en abril de 2019 se movieran en España 86,26 millones de kilos, casi un 50% más que en aquel inimaginable abril de 2010.
Lamentablemente, esta fantástica progresión no ha servido en este tiempo para acercarnos a los grandes hubs europeos, que también siguieron creciendo y creciendo. Fuimos Fráncfort por un día, pero seguimos aún lejos en el resto.