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El silencio genera monstruos

  • Última actualización
    02 mayo 2025 05:20

Vivimos el lunes un momento histórico, otro maldito momento histórico, que nos volvió a colocar cara a cara con la realidad rotunda y cruda. Fueron horas angustiosas, por lo que pasaba, pero, sobre todo, por no saber lo que pasaba. Esta horrible situación, como casi todas, tuvo su parte aprovechable: pudimos vivir, más allá de teorías o elucubraciones, cómo sería un mundo incomunicado.

Ante el inmenso problema de quedarnos, de golpe, sin energía eléctrica en toda la península, se añadió otro mucho peor: el de no poder emitir ni recibir mensajes. El quedarnos incomunicados más allá de nuestro entorno próximo generó no solo falta de datos, sino la proliferación de informaciones totalmente descabelladas. Los corros no paraban de informar de todo, ante la maravillosa situación, para los flipados, en la que nos encontrábamos: nadie podía contrastar ni desmentir nada. Por tanto, Putin nos estaba atacando, Irlanda, Alemania y otros países también estaban a oscuras, y toda Europa, y todo el mundo mundial y...

Si siempre decimos que la logística está poco valorada, hoy podríamos añadir que la comunicación lo está todavía peor. Miles de millones ha costado la falta de información, tanto o más de lo que ha costado la falta de electricidad. Y no hablo de una cifra etérea de esas que pagamos todos. Hablo de dinero contante y sonante que salió de nuestros bolsillos porque nadie nos contaba nada. De las cinco interrogantes claves que nos enseñan en periodismo -qué, quien, cuándo, donde y por qué- se nos podía haber informado de casi todas desde el primer momento. Qué: un gran apagón; Dónde: en toda la Península; Cuándo: desde las 12:30 horas y se espera que durará entre 6 y 10 horas.

La información es la herramienta fundamental sobre la que construir soluciones, prisas o calmas, defensas o ataques

Con esto, aunque no supiéramos quién lo había producido ni por qué se había producido, no hubiéramos gastado tanto en velas que nunca encenderemos, radios de precio multiplicado, mecheros que vamos a volver a extraviar, pilas que caducarán y linternas que quedarán olvidadas en algún cajón, además de la gasolina y los nervios invertidos en la peregrinación de chino en chino.

No hay nada peor que la ignorancia. No conocer la verdad abre la puerta a la peligrosa imaginación. La realidad es una, las elucubraciones son infinitas y, como siempre tendemos a ponernos en lo peor, la angustia que conlleva puede ser demoledora.

Las empresas pueden optar por informar o no. Los organismos públicos, en según qué situaciones, deben tener como primera obligación, informar a la sociedad. La información es la herramienta fundamental sobre la que construir soluciones, prisas o calmas, defensas o ataques. Sin ella, todo es zozobra y vía libre para los que gozan con la sucia mentira.

En nuestro mundo logístico, además de la desinformación total, también hemos suspendido alguna asignatura. En función del nivel de actividad que se pudo mantener, tendríamos un notable para los aeropuertos, un bien para los puertos y un suspenso para el ferrocarril.

Eso de que “esto no se volverá a repetir”, nos da tanta risa como todos los “nuncas” y los “jamases” que hemos ido viendo caer con el paso del tiempo. Si vuelve a pasar, que todo puede ser, los trenes debieran tener alguna forma de llevar a la gente y/o a la mercancía hacia alguna estación cercana. Pero, sobre todo, debe arbitrarse una forma de comunicar con toda la población, y hacerlo de inmediato, y hacerlo con verdad, la poca o mucha que haya.

No es lo mismo saber que vamos a estar 10 horas sin luz por una avería, que ignorar si nos están atacando los zombis o los rusos.