Hace unas semanas, en la temporada alta de los premios de cine y televisión, quedó patente la entrada en escena, de una forma cada vez más fuerte, con más presupuesto y con más apoyo de la industria, de nuevas voces con sus historias y formas de contar las cosas. Por fin, aquellas personas e historias que durante décadas han sido minusvaloradas o directamente silenciadas parecen tener su hueco.
Así, en el año de la COVID-19 y de los movimientos sociales en protesta por el asesinato de George Floyd #BlackLivesMatter (¡que hubo huelga en la NBA!), en los premios estadounidenses se han visto historias de minorías. De todas ellas me gustaría destacar un detalle para mí fundamental: el sentimiento de pertenencia a una comunidad, la confirmación de que juntos se es mejor y que las soluciones pasan, inevitablemente, por la colaboración.
Ahora traslademos este sentimiento a las comunidades portuarias, al sector logístico incluso, y validemos la similitud (permítanme la licencia de comparar situaciones diferentes; obviamente, somos gente privilegiada, en un país del mal llamado primer mundo, así que, no busquen encontrar al mesías negro, inmigrantes coreanos labrándose la vida o detenidos en Guantánamo de las películas referenciadas en su comunidad portuaria más cercana).
Cuando se resuelvan los recursos, cuando la Justicia haya liquidado el tema, entonces, pónganse a cobrar, que al final es lo único que les importa
Como cadena logística, cuyos eslabones deben funcionar en armonía, con la tensión suficiente para no descarrilar, reconocerán que la cooperación entre los profesionales es tremendamente determinante para el éxito de una operación.Las fiestas de la logística que se celebraban hasta que llegó la pandemia venían a confirmar este espíritu de pertenencia con su competencia incluida. Y por ello, el nuevo episodio de la serie, en emisión desde el 2011, “Competencia contra la comunidad portuaria de Valencia” nos sobresaltó de nuevo hace unos días.
Como en un mal telefilm, la historia de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia en Valencia se inició con un chivatazo. Le sucedieron situaciones esperpénticas (qué buenos cliffhangers eran...) que incluyeron como protagonistas a todas las asociaciones profesionales de la comunidad portuaria, a las autoridades (incluidas las autonómicas) y a las terminales portuarias, que fueron entrando y saliendo de escena para darle vidilla a la cosa.
Tras los recursos, sentencias y ajustes de las sanciones, el final de temporada en 2018 nos dejó con 37 millones de euros en multas y Transcont, Transconval, la Asociación Naviera Valenciana, ATEIA-OLTRA Valencia y ELTC esperando la opinión de la Audiencia Nacional ante sus recursos. Todavía estamos ahí, esperando, pero ahora el nuevo capítulo incluye a la Agencia Tributaria que ha comenzado a remitir a las empresas que en el momento de la sanción eran socias de ATEIA-OLTRA Valencia una serie de escritos en los que reclama que los pagos trimestrales de las cuotas que se realizan a la asociación se hagan efectivos a la Agencia Tributaria. Pero... ¿qué?
Teniendo en cuenta que no existe un pronunciamiento firme de la Audiencia Nacional y que se podría recurrir al Tribunal Supremo, ejercer esta acción lo único que supone es dejar sin recursos financieros a ATEIA-OLTRA Valencia. Exactamente qué se gana procediendo de esta manera, es que no lo entiendo. El asociacionismo ha permitido a la sociedad crecer, consolidar nuevos derechos y beneficios que han conformado el marco en el que nos movemos. ¿Por qué lastrar el espíritu de unión de los agentes y operadores con cargas innecesarias?Cuando se resuelvan los recursos, cuando la Justicia haya liquidado el tema, entonces, pónganse a cobrar, que al final es lo único que les importa. Hacerlo ahora son ganas de... No digo nada que ya saben bien que sigue después.