La presidenta Ayuso iba a cerrar en 24 horas los colegios y los niños, con su padre arrastras, se marchaban para casa. Los míos no volvieron a cruzar ni tan siquiera el quicio de la puerta en los siguientes tres meses. Quien les habla no fue más allá de bajar la basura cada dos días y salir a hacer la compra cada dos semanas.
Eso sí, el mundo y su relato siguieron desbordándose por esta misma pantalla en la que ahora les escribo, en un fragor cuasibélico en el que la logística fue tan encumbrada como incomprendida, hasta el punto de que, un año después, tengo el convencimiento de que hemos arribado a la terca soledad de la evanescencia.
Todo lo que fuimos, ya lo éramos. Todo lo que éramos, lo seguimos siendo. Todo lo que somos, lo seremos pero, mientras tanto, sólo añadiremos que éramos invisibles y nos convertimos en héroes, para más tarde ni siquiera transformarnos en villanos, pues simplemente hemos vuelto a difuminarnos.
De aquel “aplaudamos también al sector logístico” no queda en la memoria colectiva más que el recuerdo, mientras que en la memoria práctica, discúlpenme, no queda absolutamente nada porque en nada hemos rentabilizado aquellos meses de permanente exposición en primera línea del frente de batalla.
¿Las causas? Nada se puede sacar de quien no te conoce, nada puedes esperar de quien no te ama, y mucho menos de quien ni quiere amarte y, además, pasa olímpicamente de conocerte.
Qué lejanos quedan ya los tiempos en que el Ministerio de Fomento llegó a barajar entre las medidas del histórico Plan PETRA el hacer una campaña de imagen a nivel nacional para reivindicar ante la sociedad el sector del transporte.
Se llegó a incluso a proponer una serie de televisión sobre camioneros, tipo la ya célebre de “Periodistas”.
Absolutamente nada se hizo a este respecto y eso que el sector tenía a alguien al frente que amaba el mundo del transporte y la logística. Por tanto, qué esperar ahora que no lo tenemos.
Queda la única opción de que el sector se una y trence una verdadera estrategia de comunicación e imagen
Otra alternativa son diez millones de pandemias consecutivas para lograr grabar a sangre y fuego en la sociedad que el sector logístico es esencial, un absoluto absurdo, como comprenderán.
Queda por tanto la única opción de que el sector, como han hecho tantas industrias y tantos colectivos, se una y trence una verdadera estrategia de comunicación e imagen, con las herramientas y el lenguaje del siglo XXI, un reto ingente pero necesario para situar a la logística en el lugar que le corresponde en el imaginario público, sólido y consagrado, no fatuo ni evanescente.
Como corolario voy a relatarles en público algo que me he hartado de relatarles en estos meses en privado. Es a cuenta del ya célebre gatillazo de servidor en aquella rueda de prensa con el presidente Pedro Sánchez, en pleno estado de alarma, cuando tras interesarnos por las urgentes medidas que demandaba el “sector esencial del transporte”, el inquilino de La Moncloa respondió simple y llanamente: “Miguel, se ha cortado el sonido de tu pregunta”.
Mi dulce, angelical y primorosa hija de entonces 9 años, que estaba en ese momento grabando el momento estelar de su papá, estalló en su vídeo casero:
“¡Pero qué ‘miércoles’ es esta. Se ha escuchado perfectamente!”.
Sepan que las dulces, angelicales y primorosas hijas de 9 años dicen “miércoles” porque no pueden decir “mierda”.
Pues eso. Tomemos el toro por los cuernos y no esperemos nada de quien, en esto, de poco se entera.