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Selección natural

La próxima semana, el Comité Nacional de Transporte por Carretera (CNTC) tiene previsto reunirse con las asociaciones de empresas cargadoras para intentar devolver la interlocución al terreno de la concordia productiva, pues las sonrisitas y palmaditas en la espalda nunca han faltado, ni siquiera los rejonazos protocolarios, pero en este mundo de competitividad feroz hace falta mucho más que cortesía para construir una economía, máxime si tras la fachada siguen emponzoñados los rencores y, sobre todo, la desconfianza.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 16:30

Tiene este asunto de las relaciones transportistas/cargadores muchas aristas, algunas desconcertantes para los no iniciados, pues lo primero que hay que preguntarse es por qué necesitan clientes y proveedores en este sector foros de interlocución y acuerdo que no son más que teóricos obstáculos a ese sacrosanto imperio de la ley del mercado.Al fin y al cabo, en otros ámbitos la vida discurre sin tantos miramientos. Hay dos principios fundamentales: aquello de que “el cliente manda” y también eso otro de la “ley del más fuerte” y, con ello, “compradores” y “vendedores” tiran día a día con mayor o menor acierto. No hace falta que les explique lo que significa plegarse a las necesidades del cliente si quieres comerte un colín en el mercado, ni tampoco aquello de hacer de tu capa un sayo para como proveedor exprimir a los clientes, sobre todo en entornos de posición dominante.Podrían ser estas dos máximas las que también rigieran el ámbito de relaciones en el transporte de mercancías por carretera pero, aquí, sucede todo lo contrario. No es el proveedor el que impone la ley del más fuerte, sino que es el cliente, pero no por aquello de que el cliente manda, pues aquí en los discursos lo que se oye no es eso de que el proveedor tiene que mimar a su cliente, sino que el cliente tiene que hacer el favor de mimar al proveedor, simplemente para no matarlo de inanición. Literal.La perversión de este tipo de relaciones comerciales tiene su origen en la correlación de fuerzas y, sobre todo, en la exigencia de condiciones que se consideran abusivas y entran en ámbitos consustanciales e irrenunciables de cada agente.Ya mande el cliente o el proveedor, ya haya que mimar al proveedor o al cliente, lo que nunca jamás puede hacer un proveedor es imponer al cliente sus gustos y necesidades y, a la inversa, lo que nunca puede hacer un cliente es imponer la estructura de costes y organización interna de un proveedor.Cuando esas líneas rojas se cruzan y, encima, las fuerzas están invertidas surge este magma incendiario de las relaciones transportistas/cargadores, que hierve día a día subterráneo hasta que entra en erupción ya sea por el gasóleo, las 44 toneladas o el dumping.Por si esto fuera poco, los que son clientes en el transporte, son proveedores para el destinatario final de sus productos, grandes compañías, grandes industrias y distribuidores acostumbradas a ser el fuerte con los ciudadanos, por tanto, gigantes que se sienten capaces de manejar los gustos y necesidades del consumidor. En esta inercia, ¿cómo no van a querer ser también fuertes aguas arriba de la cadena de distribución?Lo peor es que el mercado no está capacitado para devolver por sí mismo estas relaciones a su cauce natural, pues no es posible sin intervención resolverle al transporte su debilidad y pobreza de dimensión empresarial. Ni siquiera con mesas de trabajo y diálogo en las que pedir a los cargadores caridad y piedad.Podremos seguir montando reuniones pero la clave es dotar a los transportistas de músculo empresarial y todo ello con medidas normativas.Ni siquiera con la crisis ha servido lo de la selección natural.