Menú
Suscripción

Capacidad de cambio

Las navieras cambian, aumentan o anulan pedidos de millones de euros, fusionan complejas organizaciones multinacionales o rectifican sus estrategias prácticamente de un año para otro.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 16:32

Tiempo récord si tenemos en cuenta todo lo que pueden llegar a cambiar en ese tiempo, todo lo que han de modificar, ajustar, sintonizar, coordinar, para seguir adelante, con más fuerza y con más perspectiva de futuro. Son los amos del cotarro, el último referente, el objetivo de todas las miradas logísticas. Generalmente las empresas grandes tienen grandes problemas a la hora de adaptarse al mercado. Si agilidad es la que es, debido a sus gigantescas dimensiones. En el caso de las grandes navieras que dominan el negocio marítimo parece que se confirma la excepción. Son capaces de cambiar de rumbo de modo inmediato y convertir a su enemigo/competencia en su empleado o socio, sin darle importancia. La realidad no discutida del tráfico de mercancías es que se mueve al son de la economía, en curvas periódicamente ascendentes o descendientes. No estar preparado para eso es quedarse fuera del negocio logístico. No conocemos ninguna empresa logística de éxito que no viva en una perpetua evolución. El sector es movimiento y el que se queda quieto no sale en la foto, pero sí sale del mercado. Así, sí que conocemos casos de empresas que en su momento no estuvieron atentas a interpretar los dictados y vaivenes del mercado y o bien desaparecieron o lo están pasando fatal. El rey del mercado ya no es la mercancía, son los barcos. No es tan cierto que los barcos vayan a donde está la mercancía, como que la mercancía va a donde quieren escalar los barcos. El hecho de que los amos de los buques sean cada vez menores en número y mayores en tamaño, acompañado con que esa tendencia se está dando también en los gestores de las grandes terminales del planeta, tiene como consecuencia directa una creciente acumulación de poder en un número de firmas y alianzas cada vez menor y más poderosas. Además, tienen la lección empresarial bien aprendida y la costumbre del cambio totalmente asumida. Seguir su ritmo parece la única opción. En lugar de esto, en este país sigue costando horrores cambiar algo la forma de tratar a los buques y a la carga. Tras 30 años observando el sector, podemos concluir que lo único que crece y evoluciona es lo que cambia: las grandes navieras y los grandes inversores. Los que no han evolucionado a juego, puede ser que sigan vivos hoy en día, y además viviendo bien, pero con una precariedad creciente. Los grandes agentes del transporte internacional hacen los deberes con agilidad y valentía, mientras aquí, en la logística española, seguimos arrastrando asignaturas pendientes comos si pudiéramos acabar la carrera sin aprobarlas. Seguimos sin una legislación que permita afrontar los nuevos tiempos y sus fluctuaciones, sin una gestión empresarial que levante los ojos más allá del barco de hoy, con un sector que en demasiadas ocasiones actúa a base de parches y aboga por el tente mientras cobro. Hasta ahora nadie puede decir que no hayamos ido tirando. Pero no estamos hablando ni del pasado ni del presente, sino del futuro, y en ese futuro o superamos de una vez las deficiencias enquistadas o sólo tendremos porvenir si nos compran. Y no es que eso de que un gigante nos compre y nos borre del mapa sea algo malo, lo malo es que nos borren del mapa primero. Luego nadie dará un duro por nosotros. La logística española, este mismo año, sin posibilidad de aplazamiento será nueva en leyes y normas, o no será. O cambio consensuado o cambio.