Otros hemos estado pululando por aquí sin poder rendir como queremos, porque muchas piezas de la coreografía logística no están o no se les espera, hasta, en algunos casos, el día 11. Si no nos ponemos de acuerdo en fijar los festivos oficiales, poca o ninguna esperanza podemos tener de sintonizar aunque sea mínimamente los días en que los profesionales del sector se toman otras fechas de descanso, únicas o añadidas, merecidas o no. Al final es una lata tratar de mover algo en los días en los que no todos están por esa ni por ninguna labor. Queramos o no, el mundo se mueve. Seguirán pasando cosas, más allá de lucecitas y adornos navideños. Podremos tomarnos los días libres que queramos, incluso no volver a trabajar nunca. Pero eso no significa que el engranaje se detenga. Si una pieza pequeña no va al ritmo que marca el mercado, ralentizará una parte del proceso en una zona geográfica concreta, pero el monstruoso mecanismo de la logística no se detiene por nada. Chirriará en algún punto, crujirá en otro, pero seguirá adelante. Con o sin nosotros, estemos de fiesta o no. Este año habrá, aunque no queramos o nos empeñemos en mirar hacia otro lado más placentero, novedades de todo tipo, casi todas preocupantes. Tendremos nuevas reglas en las relaciones laborales en los muelles, con la consiguiente amenaza de inestabilidad laboral, con los fletes que no dejan de bajar, con mercados emergentes que ya no sabemos si suben o se desploman, accesos y conexiones nuevas, etc. Mucha tela que cortar, que lo más probable es que nos vuelva a obligar a recortar. Todo llega, y una vez despejada la neblina navideña, enero se presenta frente a nosotros cargado de faena de todo tipo: faena que hay que hacer para atender la faena y faena que hay que hacer para buscarla. Para conseguir resultados para cada cual, vale con que cada palo aguante su vela. Para alcanzar los grandes logros a los que tiene derecho y obligación la logística española, hará falta lo de siempre: sincronizarnos cada vez más. Sigo diciendo que el premio para quien lo consiga será máximo. Situar en el Mediterráneo el polo de competencia real con el norte de Europa es el ambicioso objetivo al que no se ha de renunciar. Somos muy conscientes de que eso de coordinar y unir esfuerzos es harto complicado. Sobre todo si hablamos de un país que no se pone de acuerdo ni en el atuendo de los Reyes Magos. Y menos mal que ese tema, aunque les correspondería por lo que de transporte conlleva, no lo organizan los logísticos. Si así fuera, los tres camellos habrían peleado hace tiempo por ver quién aplica descuentos más salvajes. Además, si fueran logísticos, sería raro que cada año los tres Reyes trabajaran juntos los mismos días. Seguro que alguno se cogía puente y dejaba a los otros empantanados. En una próxima Navidad la única forma de garantizar que los tres trabajen el mismo día, que vengan de Oriente y lleven a cada ventana cada pedido individualizado, será cambiando los Reyes por drones, que además tienen forma de corona. Eso sí, dejaremos pilas alcalinas junto a la ventana, en lugar de paja.