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Transgozán

No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardí­os. Por eso es importante a veces destruir recuerdos, romper papeles, regalar libros y desprendernos de los juguetes, los nuestros y los de nuestros hijos. De mis juguetes de infancia perdidos, que no olvidados, he recuperado de forma sorprendentemente nítida el recuerdo de uno de ellos que, más de cuarenta años después, vuelve a estar hoy de plena actualidad. En su correspondiente escala, claro.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 16:38

Apareció una mañana del 6 de enero de 1972 (¿o tal vez 1973?) sobre el sofá del salón familiar en una caja de cartón alargada, sin envoltorio de regalo, en la que de lado a lado podía leerse "Juguetes Gozán". Por entonces, los Reyes Magos tenían la costumbre de dejar en mi casa tres únicos regalos a cada hermano, por mucho que en la Carta a Sus Majestades de Oriente mis padres nos aconsejaran que pidiéramos un mínimo de tres y un máximo de cinco "por si los Reyes Magos no encuentran alguno de los tres primeros", nos prevenían. Pero SS.MM. siempre acababan dejándonos tres regalos. Nunca cinco. Ni siquiera cuatro.El caso es que a día de hoy tan sólo recuerdo uno de aquellos tres regalos; aquel con el que me pasé toda la mañana y toda la tarde del 6 de enero arrastrando las rodillas por la alfombra del salón, improvisada autopista de rectas trazadas con lana iraní teñida de índigo y carmín, y curvas imposibles a 90º que, inevitablemente, obligaban a maniobrar con delicadeza para no volcar la mercancía sobre el asfalto imaginado en su pelo corto.Aquel "camión con remolque" de Juguetes Gozán que tanto había deseado lucía a ambos lados de los toldos de plástico desmontables de cada uno de los semirremolques, un logotipo compuesto por la representación del globo terráqueo, achatado, con sus paralelos y meridianos, y el nombre Transgozán escrito sobre un fondo alado rojo. Lo que los Reyes Magos me habían traído, sin yo saberlo, era un megacamión. Pero no lo supe hasta ahora. El Gobierno aprobó el 23 de diciembre los camiones de hasta 60 toneladas y 25,25 metros de longitud, los megacamiones, y cuento ya los días que faltan para ver el primero en nuestras carreteras. Según el concepto de economías de escala a largo plazo, por el que se obtienen reducciones en el coste unitario a medida que el tamaño de una instalación y los niveles de utilización de inputs aumentan, la introducción de los megacamiones contribuiría a optimizar la logística del transporte con reducciones de costes estimadas entre un 15% y un 50%. Nada que objetar, por tanto, más allá de quién será el más beneficiado por estas reducciones de costes. ¿El consumidor final? Lo dudo.Lo cierto es que mientras el debate sobre los megacamiones, una vez aprobados, seguirá presente entre los profesionales y las asociaciones sectoriales, aún es pronto para calibrar la opinión de la ciudadanía sobre su impacto en la circulación. Sus ventajas en cuanto a menor consumo de combustible por tn/km, menor número de vehículos en la carretera, mayor eficiencia y flexibilidad, entre otras, parecen incuestionables. Al igual que sus desventajas, como el mayor riesgo vial, la falta de infraestructuras adecuadas o los problemas de tipo medioambiental, por ejemplo. Si no recuerdo mal, a aquel "megacamión" de Transgozán acabé por quitarle el remolque. No había forma de jugar en la alfombra sin que se trabara el enganche en las curvas. Un incordio, vamos. Veremos si los de escala 1:1 se comportan mejor sobre el asfalto. Ojalá.