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El techo o el suelo

Decíamos ayer que el término comunidad se usa de forma muy alegre. En estos días va a conjugarse ese asunto en sus múltiples variantes. Se hace, por tanto, ciertamente pertinente insistir en el tema.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 16:46

Vamos a vivir aproximaciones entre distintos gremios sectoriales, al arrullo del tintineo de las copas de cava en los múltiples cócteles navideños que invaden nuestras agendas. Hasta ahí bien. Hasta ahí se apunta todo el mundo. Eso tiene pocas contraindicaciones y pocos efectos secundarios... ni de los otros. Y está muy bien, no crean, debatir todos juntos sobre el sexo de los ángeles o sobre el panorama global del futuro del planeta y eso. Otra cosa es entrar a matar. Jugarse, quizás, parte de los beneficios propios en una apuesta a medio y largo plazo en busca del bien común... eso es otro cantar. La unidad real del colectivo, la fusión firme de intereses de unos y otros en busca de metas más altas a más largo plazo, esa es la asignatura pendiente de los empresarios logísticos. Puntualmente, en asuntos en los que no se necesita apostar nada o en los que la apuesta está más que controlada, puede que todos den un paso, pasito o zancada adelante. Pero cuando hablamos, por ejemplo, de bajar los costes, el que más y el que menos se pone a silbar mirando al vacío. Quien no quiere más que hacer la guerra por su cuenta, dispone además del as en la manga que les proporciona la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Esa astuta institución que pulveriza a base de millones de multa a todo aquel que se presta a reunirse, para lo que sea, aunque les convoque la propia administración. Ya sabemos que es especialmente difícil conseguir que las empresas del sector se pongan de acuerdo en algo de calado. Ocurre que unas veces se hace más necesario que otras eso de hacer un esfuerzo que unifique si no criterios, sí voluntades. En algunas ocasiones llama más la atención la dispersión de intereses, máxime cuando esa actitud se da en un entorno en el que todo lo que nos rodea tiende, cada día más, a unirse o a seguir unidos. Las navieras, enemigas ayer, se dan la mano hoy sin reservas para buscar un futuro más sólido. Los sindicatos del sector han basado buena parte de su progreso o del mantenimiento de su estatus en la unión sin fisuras de estrategias cuando ha sido necesario. El colectivo de empresas logísticas que viven alrededor de la carga, anda un paso por detrás de esas actitudes que se manifiestan hoy como imprescindibles. Si alguna vez se consigue un colectivo empresarial logístico unido en objetivos de envergadura, como lo hacen para otros asuntos necesarios pero menores, se habrá sentado la base de un progreso sin límite. El sector logístico de nuestro país tiene un techo de desarrollo espectacularmente alto. Para verlo sólo hace falta levantar la vista de nuestro ombligo y de nuestras cesiones, para ver todo el horizonte de actividad y progreso que se abre ante nosotros. Si crecemos juntos, la situación actual puede ser la mínima a la que podremos aspirar. Si seguimos con actitudes individualizadas, la situación actual será el techo de nuestras posibilidades. El error, grave, está en creer que nos podemos quedar como estamos. Todo está, todavía, en nuestra mano, siempre que seamos capaces de estrecharla con el resto del colectivo.