Que nadie se me moleste. Lo del centralismo lo digo porque al ir a hablar de infraestructuras en este artículo se me ha superpuesto la imagen radial de las carreteras saliendo desde Madrid en todas las direcciones y la de los políticos, también lanzando todos desde Madrid, menos el verso suelto de Podemos, sus soflamas electoralistas para todo el Estado. Y una imagen prácticamente igual se podrá ver el próximo día 18, cuando nuevamente todas las formaciones políticas escenifiquen el final de campaña en Madrid, con la excepción, de nuevo, de Podemos, que lo hará desde Valencia, y con doblete en el caso de Pedro Sánchez, que tiene previsto actuar en Barcelona primero y en Madrid, después.Pero volviendo al tema de las infraestructuras, en esta campaña se desvelará, una vez más, la importancia que dan nuestros políticos a las infraestructuras de transporte y, por extensión, a las mercancías. En una campaña que, apuesten lo que quieran, estará centrada en la integridad del Estado español y en la confrontación entre vieja y nueva política -o políticos-, habrá que ver si las inversiones en infraestructuras vuelven a entrar en la agenda pública o no.Ya lo advertía la semana pasada la Cámara de Comercio de Barcelona. Pero antes que esta institución, otros, como los constructores, habían avisado ya días atrás de la desaparición de datos sobre la inversión pública en infraestructuras. De hecho, Seopan advertía hace unas semanas que España necesita un plan de inversión sostenida en infraestructuras a diez años de entre 38.000 y 54.000 millones de euros anuales para no perder el tren de la competitividad.Y todo ello pese a que, en un acto inusitado de presencia pública continuada, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, inició tras el anuncio de la fecha de la convocatoria electoral una maratón de inauguraciones y primeras piedras nunca visto durante la última legislatura.Claro que también es cierto que igual que la crisis cercenó de golpe los presupuestos destinados a la construcción de nuevas infraestructuras, enterró la fiebre inauguracionista que se había vivido durante los años de burbuja económica. Ya se sabe: si no se invierte no hay obra para inaugurar.Ahora, en esta nueva campaña electoral se verá si los políticos recogen el guante y vuelven a debatir sobre las infraestructuras que el país necesita, las que son urgentes, las que son importantes y las que, pese a que no sean rentables, sí son una cuestión de cohesión social. Y también aquellas que se utilizan, o utilizarán, como moneda de cambio para presionar en el debate que parece es el que más importa en estos días: la integridad del Estado. Pero eso ya es harina de otro costal.