Como una caja de zapatos, lo de "comunidad logística" vale para todo, siempre que esté vacía. En la logística los entramados son tantos y tan complejos, que sucede que los que hoy son aliados en un tema, puede que mañana sean competencia en otros, incluso enemigos, despiadados a veces. Encontrar cosas en las que todos tengan un punto de vista similar y un interés compartido no es complicado. Hay muchos más de los que nos imaginamos. Lo complejo es poner al colectivo a trabajar juntos por algo. Juntos, de verdad. Podemos llenarnos la boca de que el puerto este o aquel es nuestro norte común, pero mover el culo todos juntos, dejarse pelos en la gatera codo con codo en pos de objetivos inalcanzables para las individualidades, eso es otro cantar. Pones en un lado de la balanza el santo puerto, el colectivo, la comunidad y lo que quieras, y en el otro un día de fiesta que completa un puente divino de la muerte, los intereses partidistas y testarudos de una empresa o un convenio colectivo en negociación y ... ¿quién creerán ustedes que gana? El enganchón que están viviendo entre algunas empresas estibadoras valencianas y los portuarios, con la nueva escusa de los cuatro días festivos que vienen, vuelve a recordarnos que la solidaridad, la unión de fuerzas, lo de hacer un pequeño esfuerzo individual para evitar un gran mal genérico, es algo fácil de decir, siempre que le toque a otras empresas, a otros colectivos. Para crear comunidad es preciso hacer que sus principios, sus cimientos, sean reales. Si eso se consigue, sólo falta un nexo sólido de unión de las individualidades: la confianza. Si el colectivo confía a tope en el proyecto que se emprende, todavía se pueden alcanzar metas realmente ambiciosas. Lo vimos el viernes pasado, en un evento sin precedentes promovido desde la comunidad logística valenciana. Una muy representativa parte del sector logístico se unió ante la llamada del Propeller Valencia, Asociación de directivos y empresarios logísticos, para, entre todos, echar una mano a los niños más necesitados de nuestro entorno inmediato, con Aportem como hilo conductor. El resultado fueron 20.000 euros puestos a disposición de ese proyecto para que los convierta en comida, ropa y material escolar para los críos que no tienen de casi nada. Unos días después el "todo Valencia" firmaba un manifiesto en apoyo del Corredor Mediterráneo. Nos consta que muchos de los llamados se les citó el día antes, y aún así... allí estaban. No faltó nadie. Si lo que se plantea tiene sentido... ¿por qué no? Este tipo de iniciativas deberían activarse mucho más a menudo, hasta que fuera una práctica habitual que llevara, por poner un ejemplo, a todos los que trabajan directa o indirectamente con los mismos clientes a tener los mismos días festivos. Y los convenios a tiempo. Pero claro, igual es mucho pedir. Hay cosas que son sagradas. El trabajo para unos, la fiesta para otros, el convenio para otros, su propio ombligo para otros... Este es un país libre, a veces hasta demasiado. Lástima que el mercado no se haya enterado.