El Salón de Reyes del Ministerio de Fomento tiene muchos cuadros pero pocos reyes, por aquello de respetar, entiendo, el periodo histórico del Ministerio. A simple vista las paredes parecen forradas de “alfonsos”, dado el porte de los retratos de Alfonso XII y Alfonso XIII, sus bigotillos juveniles, sus calzas y galones similares, pero hay más. Al fondo, en un lateral, hay un retrato de la reina niña Isabel II, que en 1847, año en el que Juan Bravo Murillo se hace cargo del Ministerio de Instrucción y Obras Públicas y sienta las bases para la creación formal en 1851 del Ministerio de Fomento, tenía apenas 17 años. También hay un retrato de Juan Carlos I, muy anterior a sus problemas de cadera pero con un gesto con el que, en vez de estar apoyado en una columna, parece estar sostenido por una muleta. Y, en el centro, flanqueado por el retrato de su padre y un segundo cuadro de su bisabuelo, hay una fotografía del hoy Felipe VI con diez años menos, es decir, de cuando era Príncipe de Asturias.Podría argumentarse que, dada la representación elegida para la mayoría de sus predecesores, de niños o jóvenes, la foto de Don Felipe se antoja la más adecuada. Ahora bien, a mí no se me quita de la cabeza que es una muestra más de la austeridad de esta ministra. ¿Que hay que plantar ahí un cuadro nuevo del nuevo Rey o siquiera encargar que enmarquen una foto reciente? Quita, quita, se pone la foto como príncipe, que el tipo es el mismo y, por cierto, sale más guapo y más joven.Además, no ha estado el Ministerio de Fomento para muchos cuadros esta legislatura. El pasillo de entrada a la zona de dependencias y gabinete de la ministra está jalonado por la inmortalización de sus predecesores. Nada más entrar, a mano izquierda, está la oscurantista representación de Indalecio Prieto y, a mano derecha, brilla en semitonos la angelical pose de Magdalena Álvarez. Del resto, me van a permitir destacar el espantoso retrato de Javier Sáenz de Cosculluela, cuyos brochazos estoy convencido de que debieron traumatizar a Francisco Álvarez-Cascos, pues sólo así se explica que el ex-ministro se, digamos, obsesionara con el hiperrealismo y encargara su retrato a ni más ni menos que Antonio López por el módico precio de 190.000 euros.Doña Magdalena, que odiaba a Cascos, miró para otro lado y logró colgar su cuadro antes que el de su predecesor que, no obstante, obtuvo el visto bueno a su encargo por parte de José Blanco.Ahora bien, imaginen la cara que puso Madame Austeridad en 2012 cuando entró por la puerta del Ministerio colocando jarras de agua por las mesas y cerrando el grifo del agua mineral y se encontró con el presupuesto de 190.000 euros para la pose del que fuera primer vicepresidente del Gobierno de Aznar. Obviamente, rescindió el encargo.El resultado a día de hoy es que, en estos momentos, doña Magdalena sigue sola y triunfante en la pared que debía ocupar con Cascos, mirando harta de paz al espacio de mármol en blanco mientras empieza a haber cola de retratos, pues tampoco tiene el suyo José Blanco y, antes o después, habrá que hacerle hueco a Ana Pastor, que dudo mucho que renuncie a su cuadro, aunque no les extrañe que opté por fotocopiar o, en un alarde de derroche, por escanear el que tiene en el Ministerio de Sanidad.Eso sí, tras el 20 de diciembre, estén seguros que la ministra no se va a ir corriendo a posar. Primero porque, no olviden lo que les digo, las carambolas nos podrían hacer verla al frente de Fomento algunos años más. Y segundo porque lo que le espera a Pastor al mismo 21 de diciembre, sin tiempo para la resaca electoral, es un quirófano para operarse del menisco. Si no queda más remedio que faltar al trabajo, la fecha se antoja ideal.