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Actos consecuentes

Como cada vez hay menos tiempo y menos fuerzas, siempre es buena cosa mirar muy mucho dónde gastamos nuestras horas contadas. Con ese dato y con la constatación de que la inercia existe, podemos llegar a la conclusión de que el estarse quieto es la mejor opción.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 16:59

Y no se trata de eso. Hay que hacer cosas, moverse, ir, ser y otros verbos menos publicables. Pero con sinceridad y reflexión. Los viajes promocionales de este o aquel enclave logístico, de esta o aquella idea, la asistencia a eventos, conferencias, recepciones... pueden resultar fatuos o productivos según los matices que se le apliquen. Si hay que ir se va, pero ir para nada, es tontería. La sabiduría popular ya lo sentenció hace tiempo y ese es el mejor resumen. Soy, como decía un buen amigo, vago vocacional, de los que tiene tendencia a la vagancia pero que nunca ha podido ejercerla. Entre eso, y que hoy soy más viejito que ayer, cada vez pienso más lo que hago. Gastar energía y vida es un crimen cuando no tienes una respuesta contundente a la pregunta de qué hago yo aquí. La tendencia en este sector, como ya sabe el amable lector, es la de ir y, en el mejor de los casos, pensar luego para qué. En otros casos, ni eso. Se va y punto, porque hay que ir, porque hay que estar. Como cuando tu madre te exponía sus rotundas razones: "por que lo digo yo" o... "porque sí". Cuando se fundamentan los motivos para hacer algo, suele ser una faena tremenda. A no ser que nos queramos engañar a nosotros mismos, hacer las cosas con fundamento conlleva algo tan jodido como ser consecuente. Si organizamos una misión comercial a un país remoto y el motivo es el repelente "porque sí" o el no menos vomitivo "porque hay que estar" no hay más que añadir. Punto pelota. Todos tan contentos. Si la respuesta es, por ejemplo, para fomentar las relaciones comerciales con aquella zona, se activan los peliagudos "entonces...". Entonces, habrá que hacer un seguimiento de los contactos, plantearse formas de medir resultados, cuantificar en todo o en parte la validez de la inversión, hacerlo en otras zonas que también sean de interés, generar servicios atractivos para la zona que se visite, estar de acuerdo con la comunidad portuaria en el interés de ese mercado, establecer puntos de apoyo mutuo, tener en cuenta la competencia existente dentro de cada puerto... Eso, con el paso de los años hemos confirmado que no está al alcance de todos los puertos. Barcelona lo viene haciendo desde hace años, y parece que lo seguirá haciendo, apostando por hacerlo consecuentemente, aunque sea más difícil y dé más faena. Pero esa misión comercial del Puerto de Barcelona a Chile, actualmente en marcha, no es lo usual. Miles de acuerdos, viajes, fotos y derivados se generan cada día, en todas partes sin que nadie pueda saber realmente lo práctico, lo realmente productivo de ese tiempo y de ese dinero invertido. Aún así, la opción siempre será hacer cosas, por supuesto, pero sabiendo qué se hace por qué y para qué. Habiendo respuestas válidas a esas cuestiones, hay que volcarse en esa actividad, porque entonces no gastamos tiempo, ganamos vida. Con todo, siempre hemos de estar vigilando el reverso tenebroso que nos puede llevar a que nuestro día a día sea un total sinsentido en el que coloquemos muchas primeras piedras pero no concluyamos ninguna casa. Esos agujeros en el suelo pasan entonces a servir sólo para una cosa.