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Fotos borrosas

Desde que nacemos tenemos, en general, la vieja obsesión de que nos miren, "mírame, mamá, mírame". Todo el mundo quiere su momento de gloria. Y es que, en el fondo de nuestro ser, que hay quien lo tiene, sabemos que somos poca cosa (y menos en calzoncillos). Por eso nos gusta tanto lo de salir en las fotos, en los papeles.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 17:10

Hasta ahora, los medios de comunicación estaban reservados a quienes tenían algo destacable que transmitir. Ahora, con eso de las redes sociales, se ha dado rienda suelta a la vieja obsesión de que nos miren, con o si foto, con o sin mérito. Si no tenemos ni una cosa ni otra, pues nos hacemos nosotros un "selfie" y a la marcha. Es decir, si los medios necesitan de un motivo para mirarnos y nosotros no tenemos motivo, nos creamos nuestro propio medio. En el sector no hace falta llegar a eso. Hay medios de comunicación de sobra para todos y para todo. Se crea el efecto contrario. Asuntos sin chicha ninguna se difunden a bombo y platillo, llegando a confundir al protagonista, que lejos de creer que no hay para tanto, tiende a pensar que, realmente, ha hecho cosas de gran mérito que le hacen merecedor de que le miren. Se generan noticias que a veces uno piensa que se han generado sólo para salir en los papeles. Esto, como otros asuntos, sucede en nuestro mundo y en el mundo mundial en general. Hay infinidad de reuniones, convenios, acuerdos, alianzas... que una vez salen en los periódicos se quedan en nada. Nada de nada de nada. Cientos de noticias, miles de páginas dedicados al envoltorio, a la farfolla. No es fácil, para nada, eso de llegar a acuerdos. Como tampoco lo es lo de hacer cosas. Llegar a acuerdos para hacer cosas es especialmente complicado. Lo que no es complicado es ponerse varios o todos de acuerdo para salir en los periódicos diciendo que se va a hacer esto o aquello. Eso no tiene problema ninguno. Los medios nos bombardean constantemente desde distintos frentes. Si en cuanto dejan de repetir el mensaje pasamos página sobre terribles injusticias, guerras y catástrofes, cómo no vamos a pasar página sobre el convenio o la inauguración de hoy, si nunca más vamos a saber si se ha hecho algo o no. Pocas, muy pocas veces, se sabe algo de ese vacío. Pocas veces los medios siguen la no existencia posterior, la inactividad, la nada. Así hay aeropuertos sin aviones, estaciones sin trenes, trenes sin pasajeros, geriátricos sin ancianos, acuerdos de los que nadie se acuerda, obras que no se han obrado. Cada vez que alguien sale en la prensa anunciando un acuerdo, un propósito, debería activar un proceso por el cual, a partir de ese instante, cada cierto tiempo se informara de cómo va eso. Así, muchos se lo pensarían dos veces antes de salir en la foto generando expectativas. Hacer algo así como lo que se ha hecho en Valencia con la ZAL. Pudo haber sido y no, de momento no. Pero cada poco tiempo los medios se hacen eco de esa inexistencia. De ese fantasma. Ahí la tenemos, como decían en el Espinazo del Diablo, como "algo muerto que parece por momentos vivo aún, un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar". Faltan hechos y nos sobra fantasía... y fantasmas.