Actuamos en global, eso sí, pero porque no queda otro remedio, ya que el transporte internacional es global o no es. Pero seguimos pensando demasiado en local. Y, lo que es más preocupante, sintiendo en local, a veces hasta el fanatismo. La cortedad de miras puede ser aceptable hasta un punto. Eso de defender los intereses de "los nuestros", arrimar el ascua a la sardina propia, aguantar cada uno su vela... está bien a veces. En otras muchas ocasiones, la forma de conseguir todo eso pasa, y parece que no nos damos cuenta, pasa por ampliar el territorio al que apoyamos, aunque hayamos de defender los intereses de los vecinos. Muchas veces, el problema no es ya que una comunidad, país, nación o lo que sea, pierda algo, sino que se considera tragedia gorda cuando lo gana el vecino, aunque las más de las veces no nos perjudique en nada su beneficio. Perder una factoría o un negocio en Valencia es una putada, pero como se vaya a Madrid es mucho peor, y si se va a Barcelona... ni les cuento. La pérdida económica o en puestos de trabajo será la misma si la actividad se va a Barcelona que a Antananarivo, pero en el segundo caso el asunto no merecerá ni una línea en ningún periódico. Pero como se vaya a Barcelona... Asimismo, si una autoridad a nivel nacional es de Logroño o Ciudad Real no pasa nada, pero como sea de Barcelona, Madrid, Valencia... ya la hemos jodido. Haga lo que haga se equivoca. Si, por ejemplo, un presidente de Puertos del Estado fuera catalán, lo tendría jodido en toda España y en Cataluña... también. En España siempre van a querer pensar que "el catalán favorece a los suyos", mientras que en Barcelona se moverán entre la insatisfacción por lo "poco que les apoya" y la ira si lo perciben neutral o volcado hacia otros territorios. Todos estos esquemas preestablecidos son la causa de buena parte de los males del planeta, basados en las fronteras y en eso de sentirse más que el prójimo. En nuestro mundo logístico, vigilamos si la comunidad vecina tiene ya su ampliación portuaria en marcha, su AVE, su aeropuerto... para activarlo nosotros, la necesitemos o no. Faltaría más. Si, por ejemplo, el Corredor Mediterráneo es justo y necesario, podremos esperar lo que haga falta para tenerlo, con la única condición de que la comunidad vecina no lo tenga antes. Con eso nos vale. Si el transporte internacional no distingue fronteras ni territorios, los que se dedican a atenderlo deberían hacer lo mismo. A ver cómo le explicas a las navieras o a la carga que el Corredor no está porque no se entienden dos comunidades autónomas, cuando las navieras y la carga no contemplan más concepto regional que el hecho de si la vuelta al mundo es de este a oeste o de oeste a este. Al menos en logística, el sector más internacional por definición, los regionalismos deberían, en determinados proyectos, estar totalmente prohibidos. Para mirar el mundo en su globalidad, como lo que es, nuestro mercado, hemos de actuar localmente, pero dándole a ese término unas fronteras tan flexibles como se necesite en cada momento.