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Corbatas asesinas

Lo escribía el gran Miguel Jiménez en estas mismas páginas hace unos días... el maniqueísmo está por todas partes. Cada vez más. La clasificación del mundo en buenos y malos, es una herramienta especialmente peligrosa, más utilizada cuanto más mediocre se es. En cuanto convenzas a tu interlocutor de que los que no son como tú son lo peor, estás, o eso crees, colocándote en el grupo de los otros, es decir, sin decirlo... los buenos. No hay más.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 17:26

Políticos, empresarios, personas humanas de todo pelaje utilizan esa técnica. Por supuesto, en nuestro sector también. Desconfíen de los superlativos porque son la antesala de la equivocación y la antítesis de la inteligencia emocional. Los todos y los siempre son enemigos de lo cierto, como lo peor y lo mejor son enemigos de lo bueno. Los que clasifican a las gentes por sistema están condenados a la equivocación. Cierto es que no todos los empresarios son de derechas. Que no todos son mala gente. No todos. Ni todos los hortelanos son pobres. Cierto es que ahora nos llega una nueva corriente de gobierno, que genera entre los empresarios, del sector y de fuera del sector, una cierta incertidumbre porque se les supone un prejuicio contra los empresarios por el mero hecho de serlo. Cuando uno está en la oposición puede verter sus ideas en crudo, pero cuando está en el poder la máxima es convencer a toda la población, los hayan o no los hayan votado, de que vas a luchar por todos. O al menos, respetar a todos. Hace unos días, la insultante y demagógica intervención de Vicent Martí, "presentador" de Mónica Oltra en el Fórum Europa, Tribuna Mediterránea, fue respaldada por los aplausos de nuestros nuevos dirigentes y por la no enmienda de la propia vicepresidenta de la Generalitat. Detalles, o detallazos, como éste, hacen un daño especial a esa confianza que todos queremos tener en nuestros gobernantes y que ellos deberían trabajarse a tope, sobre todo si son nuevos. Hay más detalles, más temas que nos llevan a la preocupación y a la duda sobre si este gobierno es de todos o a favor de unos y en contra de otros. Llevar traje y corbata no es motivo de descalificación, como ser hortelano no es igual a santidad garantizada. Eso se sabe con el sentido común, ese que nos indica que hemos de informarnos a fondo antes de adjetivar y, sobre todo, de tomar decisiones. Si, por ejemplo, queremos "revertir" la ZAL del Puerto de Valencia, bueno será profundizar en los pros y los contras, dejarse asesorar por quienes saben, que ahora los hay de sus propios partidos, y luego decidir. Si no, tendremos la sospecha de que las decisiones se toman en función de una visceralidad que no vamos a consentir. Si todo lo que lleva traje y corbata es malo, y la camiseta es genial, estamos ocultando la cantidad de gente que tienen en el traje su uniforme de trabajo con el que batirse el cobre día sí y día también para conseguir el milagro mensual de pagar las nóminas. Los hay de esos, como hay descamisados que son millonarios y han trabajado menos que el masajista de Robocop. De entrada, lo que está claro, si hablamos de lujo, es que el gran lujo es vestir como uno quiere, vaya al foro que vaya, e insultar a tus invitados sin tan siquiera conocerlos. A tiempo estamos de lograr que sintamos a los nuevos dirigentes de la forma que queremos sentirlos, nuestros. También.