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La vida o la muerte

El “manual” era ese tocho académico que en la Facultad todo profesor avezado había sido capaz de redactar y editar sobre la asignatura que impartía, con suficiente audacia como para ser impuesto a los alumnos como texto de referencia si se quería aprobar la asignatura. Había manuales que eran mitos, de tal forma que adquirían esa metonimia de ser conocidos no por su título sino por el apellido de sus autores precedido del artículo, catedráticos fosilizados o, incluso, gurús globales.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 17:29

Ardían las fotocopiadoras y las taladradoras de canutillo “editando” aquellos ejemplares cuyos originales costaban el hígado y los dos riñones. Sólo había un perfil de profesor que renegara entre rebuznos del multicopismo: los imberbes que se habían lanzado a la aventura egocéntrica de editar su propio e “innovador” manual y que aún creían que su venta en librerías daba para algo más que cubrir costes al editor. Había que comprarlos y memorizarlos, mientras en clase la docencia adquiría vericuetos inverosímiles, pues lo importante y examinable estaba ya en el manual.Creo que  el “Libro Rojo de la Logística”, editado por AECOC, es precisamente eso, un manual, que logra salvar los males históricos de este tipo de “literatura” de la mano de su cualificada autoría coral y de su innovadora metodología, estructura y redacción.No quedó muy claro en la presentación de la pasada semana el verdadero motivo de haber denominado a la obra “Libro Rojo”. Dadas las connotaciones comunistas (Mao) y oníricas (Jung) del nombre, todo parece indicar que ante todo ha habido algo de pretenciosidad y no tanto de dar gusto a los patrocinadores, pues si LPR estará encantada con el color, no tanto DHL, casi en el mismo pantone que la vieja imagen que precedía a su actual rojo y gualda.Merece la pena subrayar la ambición de la obra y su espíritu didáctico y formativo, tan necesario en materia logística en España. Ahora bien, por encima de ello está el espíritu de compartir conocimientos antes que el de sentar cátedra, lo cual es de agradecer pues sólo se aprende desde el debate.En esta línea y tras abrir el libro al azar, tal y como algunos hacen con la Biblia, me topé ayer con el capítulo dedicado al “Servicio al cliente” y con una cita de José Ramón Illán que trasluce la visión del director de Logística e, incluso, del propio operador logístico: “El cliente tiene el poder de la vida o la muerte empresarial”.Nada nos descubre esta afirmación pues el vulgo popular ya hace tiempo que asimiló lo de “el cliente manda”. No obstante, desde que El Corte Inglés nos hizo creer que esta máxima era su primer mandamiento, la tiranía y/o dictadura del cliente adquiere connotaciones pantocráticas hasta llegar algunos a hablar de estas cosas de la vida y de la muerte como si para vivir fuera fundamental echarte en manos del cliente, cuando está demostrado que, a menudo, es el sometimiento a sus demandas y poder lo que te puede terminar matando.En esta cadena logística de cargadores sin escrúpulos y de operadores logísticos que con respecto a eslabones como el transporte ejercen como tales, causa sonrojo la defensa de estas rendiciones cuando el futuro pasa no por inculcarle al cliente la dimensión de su poder, sino la responsabilidad que conlleva, pues en la balanza de la calidad y el precio es vital equilibrar las exigencias y conformar servicios sostenibles y rentables para todos. Cuando la tiranía se institucionaliza se puede llegar incluso a que se tambaleen sectores y eslabones enteros, grave riesgo de futuro. Ahí les dejo el debate.Por cierto, si fuera catedrático haría del “Libro Rojo” un manual de obligada lectura. Eso sí, sin exámenes.