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Falsas esperanzas

Cualquier habitante de una ciudad portuaria que se precie, siempre aspirará a tener un magnífico paseo ajardinado a través del que, ya sea con un plácido paseo andando, corriendo, en bici o en monopatín, se pueda alcanzar el mar al final del recorrido como un magnífico colofón a semejante tránsito.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 17:41

Valencia es una ciudad portuaria, condenada desde siempre a vivir de espaldas a su puerto. Una pena.La urbe, atravesada por el cauce del río Turia de oeste a este, sufrió décadas atrás los envites de un río olvidado aunque temido por sus crecidas ocasionales.Tanto es así que después de la famosa riada de 1957 se ideó el llamado Plan Sur que en la práctica supuso el desvío del tramo final del Turia desde la localidad cercana de Quart hasta su nueva desembocadura en el Mediterráneo, en los límites con Pinedo.El viejo cauce, el que atravesaba la ciudad, fue adaptándose con el paso de los años para uso y disfrute de los ciudadanos hasta convertirse, hoy en día, en uno de los espacios lúdicos más importantes de cuantos pueden encontrarse en las grandes capitales europeas.La desembocadura original de ese viejo cauce se encontraba, se encuentra, en el mismo Puerto de Valencia, bajo el hormigón del Muelle del Turia, cuyo nombre no viene a cuento explicar...El llamado Jardín del Turia, como se bautizó al viejo cauce, es el más parque urbano más visitado de Europa, tiene una superficie de 110 hectáreas y una longitud de varios kilómetros en los que se emplazan desde diversos puentes de gran valor histórico hasta la flamante Ciudad de las Artes y las Ciencias o el Bioparc. Y sí, lamentablemente, este gran espacio no tiene salida al mar... porque acabaría en el Muelle del Turia, entre la terminal de cereales del Muelle Sur y la Polivalente del Espigón Turia.Por eso, cuando el primer edil de la ciudad se afana en prometer a la ciudadanía que uno de sus objetivos prioritarios es que el viejo cauce termine en el mar, a uno no le queda más remedio que echar mano del mapa y comprobar que, aunque se empeñe, está prometiendo un imposible.Se trata de una aspiración muy digna y muy bonita, no se puede negar... pero también irrealizable.Cuando se ilusiona a la ciudadanía con un proyecto de estas características y se muestra el convencimiento de que se va a hacer, automáticamente se convierte en enemigo al que no hará posible semejante proyecto: el Puerto. Y el recinto portuario valenciano lo único que necesita de la ciudad son adhesiones, no más desconocimiento y separación. Las falsas esperanzas generan frustaciones.El viejo cauce nunca podrá llegar al mar. En todo caso llegaría a las aguas abrigadas del primer puerto del Mediterráneo, un espectáculo también digno de ver y conocer por parte de todos los ciudadanos y los visitantes extranjeros que, posiblemente, valoren mucho más la gran suerte que es contar con una infraestructura de este calado y una arteria verde que es la envidia de media Europa.Quizás los esfuerzos deberían centrarse en estudiar cómo hacer factible esa confluencia de los dos espacios y favorecer la convivencia entre ellos.