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Pastiche de pruebas piloto

En este país el derecho a las vacaciones es una bandera más de la demagogia, lo mismo que el número de días que uno se coge. Sobre todo cuando se asocia el trabajo con el nivel de responsabilidad y con las supuestas prebendas que comporta. 

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 17:45

No voy a abundar demasiado en el ámbito privado y en si molesta o no que el jefe disfrute de su periodo vacacional o si es motivo de orgullo el quedarse al pie del cañón.Sí profundizaré en el ámbito de la política, donde como “todos” los políticos son unos “ladrones” está mal visto que se cojan el mismo mes de vacaciones que todo el mundo: “Que trabajen, que para eso les pagamos”. Y todos lo vemos razonable porque “¿cómo se va a paralizar el país un mes entero?”, y lo decimos mientras vamos a estar 30 días tumbados a la bartola en la playa, tan alienados que hasta se nos olvidarán las claves del ordenador del trabajo.Pero es que lo ven razonable hasta los políticos, que le dan la vuelta al calcetín y justifican su sufrida semanita de libranza o incluso sus “días sueltos” desde el “alto nivel de compromiso” y el “ejercicio de responsabilidad”, como si irse de vacaciones no fuera, lo dicho, un derecho y, por supuesto, una necesidad vital para poder rendir de manera más óptima el resto del año.Les cuento todo esto porque, desde esta perspectiva, uno ya no sabe en estos tiempos que corren cómo juzgar que una dirección general someta a información pública una reforma legislativa un 5 de agosto, te dé quince días para contestar y, si callas, que te consideren “conforme”.¿Es un ejercicio de responsabilidad y de compromiso con la causa pública hacer este tipo de cosas en el mes de vacaciones por antonomasia? ¿Es un ejercicio de irresponsabilidad y de falta de compromiso por parte del interpelado el hecho de advertir que es materialmente imposible dar una respuesta sectorial en semejante fecha? Pero claro, hay muchas otras interpretaciones. ¿Hay o no segundas intenciones en un gesto de este tipo? ¿No es acaso un desprecio por el propio proceso de consulta hacerlo en un mes como agosto? Juzguen ustedes. Con esto de la crisis, del populismo y la doble moral yo ya no sé dónde habita lo correcto ni tampoco lo razonable.En cualquier caso, por bajar a la concreto, esto de la consulta pública en agosto es lo que acaba de hacer la Dirección General de Tráfico con el nuevo borrador de reforma de los pesos y dimensiones máximos en el transporte por carretera. A decir verdad, no podíamos esperar menos de la DGT, situada permanentemente en el desprecio y en el desaire al sector y al Comité Nacional de Transporte por Carretera como interlocutor. Eso de que el fin de la legislatura apremia y es necesario incluso trabajar en agosto es una excusa barata, la misma que rechazan en los países avanzados cuando un trabajador sigue en su puesto hasta las tantas. Si la DGT ha llegado a estas alturas sin los deberes hechos es porque directamente no ha querido, por tanto ahora no tiene derecho a meter prisa y a querer ganarse la “conformidad” del sector por la tangente, cuando sabe que el proyecto que ha redactado no gusta ni va a gustar al sector.Ante todo porque es un parche que tampoco satisface a los cargadores, volcados en la reivindicación de las 44 tn.Así, para intentar contentar a los transportistas no contemplan las 44 tn. Para intentar contentar a los cargadores permiten el 25,25. Y, como resultado, les sale una reforma incompleta, un batiburrillo, un pastiche de pruebas piloto disfrazadas de formalidad del que están tan orgullosos que han intentado colarlo en pleno mes de agosto. Virtudes de su alto compromiso con la sociedad.