Menú
Suscripción

Sólo empresarios

No creo yo que sea por el desembarco colorado en buena parte de nuestras instituciones, pero el caso es que las asociaciones empresariales sectoriales y sobre todo genéricas, se han puesto manos a la obra con más ahínco para reforzar su proyección pública, su independencia y su unidad. Limitación de mandatos, reducción de costes, proyección social, reducción porcentual del apoyo económico institucional... están llevando a que empiece a cambiar, aunque todavía muy poco, la imagen del empresariado.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 18:07

Con algunos de sus más insignes representantes a nivel nacional en la cárcel o con motivo para entrar en ella y no salir más, las distintas asociaciones locales han optado por tomar el papel de institución de referencia en un momento en el que ese rol está vacío por eliminación. Fijar bases sólidas de comportamiento, con sus correspondientes líneas rojas, será primordial para que esta renovada oportunidad de la que gozan las distintas asociaciones, se aproveche en toda su magnitud. Organizaciones como la Confederación Empresarial Valenciana o su equivalente autonómica, Cierval, andan con la vocación redoblada de convertirse en reales lobbys. ¿Qué diferencia hay entre un lobby y una asociación sin más? Pues que lo primero sirve para algo. Cuando las asociaciones son sectoriales, logísticas, por ejemplo, han de buscar algo de proyección social y muy mucho de consecución de objetivos concretos. La cualidad que en ese caso han de tener es la de no pisarse unos a otros. Eso se consigue con humildad en cuanto a la fijación de objetivos. Los logros a perseguir juntos han de ser muy seleccionados, aceptando que la llama de la competencia entre los socios va a seguir viva. Solamente se unen las empresas competidoras en algo puntual y siempre y cuando ese algo sea por un lado realmente interesante para todas y por otro lado que no se pueda conseguir en solitario. Tratar de alcanzar entre las asociaciones sectoriales acuerdos de lealtad, confianza, honestidad entre ellas, para temas en los que cada cual puede hacer la guerra por su cuenta... es como poner al zorro a guardar la viña. No ha resultado nunca. Además, si todos los asociados tuvieran en todo, siempre, los mismos intereses, no sería una asociación, sino una sociedad. Que no es lo mismo. La salida a esas crisis del asociacionismo (maldita palabreja) debería pasar por redefinir los objetivos, a la baja, hasta volver a la esencia de todo lobby: pelear por, como digo, lo que le interese, realmente, a todos sus socios. En el caso del otro tipo de asociaciones, las genéricas, a la ayuda directa a los gremios asociados se une con igual o mayor fuerza otro objetivo, la mejora de la imagen del empresariado en general. ¿Cómo lograr eso? Pues leyendo el nombre de cada asociación y siendo consecuentes con él. Una asociación empresarial ha de fijar la línea roja en eso, en que sólo se admitan empresarios. No especuladores, ni chorizos, explotadores, defraudadores, encantadores de serpientes ni vendedores de humo... sólo empresarios. Para empezar a ser un lobby empresarial primero hay que ser una asociación. Para ser una asociación de empresarios, no debe haber en ella ninguna otra cosa que no sea eso, empresarios. Con estas mínimas pautas, aspiraremos a que algún día la imagen del empresario no sea la que hoy tiene buena parte de la sociedad. Ya ven, en el asociacionismo pasa ni más ni menos que en la política: lo que queremos y premiamos es la autenticidad.