Cuando el Puerto de Bilbao estaba en Bilbao, bastaba atravesar un par de calles Gran Vía abajo para descubrir a la vuelta de la esquina todo un mundo de sensaciones. "El mundo es un Bilbao más grande", escribió el paisano Miguel de Unamuno, y a los niños que crecimos en Bilbao en los 70 así nos los parecía también. Porque el Mundo, en mayúscula, estaba concentrado en los muelles del Puerto de Bilbao. Grúas, trenes, camiones, almacenes y mercancías de toda clase ocupaban, junto a una Ría de aspecto marronáceo, cada milímetro cuadrado de una superficie tan valiosa como escasa. Allí se desenvolvían como podían los trabajadores del puerto, los portuarios, a quienes la verdad sea dicha, nadie envidiaba por aquel entonces. Y recortando su silueta entre los edificios y puentes cercanos, estaban los grandes protagonistas del puerto: los barcos, llegados a Bilbao desde los más variados y lejanos rincones del mundo. Bilbaocentrismo.Teníamos el puerto a la puerta de casa y los barcos formaban parte de nuestro paisaje diario. De entre los niños de mi generación, quien más quien menos soñaba con embarcarse en alguno de aquellos mercantes rumbo a la aventura. Mi objeto de deseo era un barco que atracaba regularmente en la Campa de los Ingleses, junto al Puente de Deusto, y que descargaba bacalao de Islandia en palés. Apoyado en la barandilla del puente observaba con envidia a aquellos marineros rubios que al día siguiente emprenderían viaje rumbo a Islandia, la isla del tesoro de mi infancia.Pasaron los años, crecí y los barcos dejaron de atracar en el centro de Bilbao para hacerlo en el puerto exterior, alejando las fantasías de unos niños que dejaron de tener en los barcos un referente urbano. Y de aquel apego vino después el desconocimiento, la indiferencia y finalmente, el desapego. Por ello, aunque los barcos mercantes ya no pueden atracar ni en Deusto, ni en Uribitarte ni en el Arenal, la iniciativa de la Autoridad Portuaria de Bilbao de celebrar este pasado sábado en el Paseo del Arenal una jornada festiva dirigida a los más pequeños bajo el nombre de "Día del Puerto" o "Kai Jai", en euskara, es merecedora de aplauso por ser una acción necesaria, al igual que el programa "Ezagutu Portua" ("Conoce el Puerto") que desarrolla en Santurtzi y Zierbena, para devolver el puerto a la ciudadanía, y especialmente a los más pequeños.Gracias a la jornada "Kai Jai", los niños y niñas de Bilbao conocieron mediante juegos y actividades las grandes áreas de trabajo del puerto. Y eso no es poco en una sociedad, como la vasca y la española, en la que los dirigentes políticos raramente incluyen a los puertos en sus agendas y en sus listas de prioridades. ¡Como lo van a hacer si no han visto de niños un barco o un puerto! El desarrollo de Bilbao hizo que el Puerto tuviera que salir al exterior pero lo que nunca podrá hacer el Puerto es abandonar Bilbao. No lo hará. Porque el apego es recíproco, intenso y duradero.