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Valor humano en logística

Cada mañana tengo puntualmente en mi correo electrónico un mail con las novedades de un conocido outlet de moda online. Aunque no tenga intención de comprar, cada mañana me puede la curiosidad y entro a ver qué me ofrecen ese día. No vaya a ser que tengan una ganga increíble y yo sin saberlo. Café en mano, voy mirando las novedades a ver si encuentro un vestido increíble mega-rebajado o unos pantalones geniales por cuatro duros.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 18:22

Son muchos los días en los que, por suerte para mi bolsillo, no me gusta nada de lo que veo. Otras veces, aguanto sin darle al botón de compra cinco o diez minutos y, después de pensarlo mejor, decido que seguramente aquello que me parecía tan fantástico en realidad no lo es tanto. Pero no les voy a engañar. Hay días en que pico rápidamente, casi sin pensarlo. Ya saben cómo es eso de la compra impulsiva.Pues bien, no hace mucho hice una compra en esta famosísima tienda online española. Inmediatamente después de introducir los datos de pago me llegaba un correo electrónico informándome de los plazos de entrega previstos. Cuando vi las fechas respiré descansada porque probablemente iba a estar en la oficina (obviamente, doy como dirección de entrega la oficina porque en mi casa es imposible que la empresa de paquetería me encuentre en horario laborable). Al cabo de pocos días me llegaba un correo electrónico de la compañía de paquetería informándome de que la entrega del paquete no se había podido realizar por no haber localizado a nadie en la dirección facilitada. ¡Pues claro que no había nadie! ¿Pero es que no saben todavía que es la semana del SIL? ¿Esa semana en la que los periodistas del sector logístico quedamos poco menos que abducidos del mundo exterior? Además, nadie me había informado del adelanto de la fecha de entrega. En el mail se me facilitaba un teléfono de contacto para acordar un nuevo día de entrega, a riesgo de que si no lo hacía me quedaba sin mi preciada compra.Y aquí fue donde la cadena logística falló y empezó la pesadilla. Eran las 10 de la noche y, claro, mi llamada no tuvo ningún éxito. ¡Obvio -pensé-, es muy tarde! Mejor lo dejamos para mañana.A las 8 de la mañana hice la primera llamada al teléfono que me habían facilitado. Para no alargarme mucho, les diré que, como no podía ser de otra manera, al otro lado del teléfono solo había un contestador que hacía imposible que yo cambiara el día de entrega. Probé todas las opciones que me daban, con todos los números posibles, intentando que me pasaran con todos los departamentos. A las 9.30 de la mañana, tras unas quince llamadas (y no exagero ni un pelo), muchas de ellas aguantando músicas de espera durante más de cinco minutos, aún no había podido comunicar con nadie del operador logístico para que me solucionara el tema de la entrega. Ni me respondían en la plataforma donde estaba mi paquete, ni me atendía el departamento comercial, ni podía hablar con nadie que no fuera el maldito contestador. Al final, espabilándome por otro lado, logré contactar con una plataforma del susodicho operador que no tenía nada que ver con la mía y una amabílisima chica me facilitó un número de teléfono directo de la plataforma donde estaba mi pedido, a través del que puede finalmente concretar una nueva entregaIndependientemente del operador protagonista del desaguisado, con el que ya he tenido otras veces experiencias negativas similares y con el que no entiendo por qué se empeña en seguir trabajando el outlet online, lo que queda demostrado es que el elemento humano es quien al final acaba resolviendo los problemas, algo que muchas empresas deberían tener en cuenta no solo para mimar más a sus empleados, sino también para no eliminar más puestos de trabajo de los deseados suplantando a personas por máquinas.Ni siquiera en logística.