El dilema siempre está en dirimir hasta qué punto a una persona se le puede exigir mejorar y hasta qué punto lo que se está haciendo es transformarla en otra persona y si estas dos cosas son posibles, exigibles o censurables sólo en sus extremos o, por qué no, también en sus puntos intermedios.Los psicólogos huyen del determinismo y tienen claro que una persona puede cambiar si quiere cambiar (no hay ni excusas ni maldiciones), pero también tienen claro que no todo el mundo tiene por qué cambiar y ni mucho menos se tiene derecho en cualquier circunstancia a pedir que se cambie. No olvidemos que una de las claves de la felicidad está en aceptarse como uno es, un reto muy anterior a que te acepten los demás.¿Dónde está la clave en este proceso? En qué se quiere conseguir, en si merece la pena conseguirlo, en si se puede conseguir y en cuánto cuesta conseguirlo.Esto no es fácilmente medible en las relaciones humanas pero no cuesta tanto en las relaciones económicas, en muchas de las cuales hay excelentes ejemplos para hacer una traslación de esta teoría.Piensen en España, como país, como territorio, como mercado y como economía y deténganse en su reto de convertirse en un sólido polo de centralidad logística. A simple vista parece un objetivo incuestionable, sobre todo porque, en la actualidad, hemos hecho bandera del “lucha por tus sueños”, del “debes conseguir lo que te propones” y del “sólo fracasa el que no lo intenta”.Ahora bien, en esta fase de enamorar a la logística mundial, de buscar una transformación radical, de querer ser una nueva España logística está muy bien el saber todo lo que queremos ser y a dónde queremos llegar y cuánto queremos cambiar, pero no podemos olvidarnos de qué y quiénes somos, de qué es aquello connatural a nuestra esencia y, por tanto, de todo aquello que no podemos cambiar y no para encontrar vendas, sino para dejar de dar cabezazos inútiles y centrar las fuerzas sólo en aquellos objetivos a los que podamos llegar.En esto de la logística y siendo como hemos sido, estaba claro que íbamos camino de ser capitanes generales en vestir santos. Por eso es evidente que no vale el soy como soy y, por tanto, ha sido preciso, está siendo preciso y será preciso cambiar y seguir cambiando en infraestructuras, en potenciación de la intermodalidad, en definición estratégica sectorial, en comercialización mundial. Además, hay infinitos casos a nivel internacional y en la propia España, por ejemplo en determinados puertos, donde se demuestra que es posible cambiar, que se debe cambiar y que el rédito compensa infinitamente el esfuerzo.Eso sí, no nos obsesionemos con lo que nunca seremos, sobre todo en la cuestión más inevitable de todas: la perificidad. Aprovechemos nuestro posicionamiento y competitividad al máximo pero no pretendamos construir bases de futuro sobre lo artificial, pues antes o después el pastel se descubre y no hay nada peor que traicionar las expectativas. En logística, como en la vida, seamos lo que queremos ser sin olvidar nunca lo que somos.