Por tanto, tampoco habría valido ni para diplomático ni para político, porque, además, ni me asiste la paciencia, ni me deleita el tacticismo, además de frustrarme las medias tintas, esas en las que algunos son capaces de distinguir varias docenas de tonalidades y apreciar no sólo sus bondades sino también los méritos de cada una de ellas, medallitas autoimpuestas incluidas.Este arte de las buenas palabras y los oídos deleitados, del todos ganamos y todos perdemos, del hiperbólico consenso y del eufemístico diálogo, del dar un paso atrás para supuestamente en algún momento dar dos pasos adelante, de los pies de plomo y las lenguas edulcoradas, del engañar y el autoengañarse, sirve tanto para que doscientos tíos estén meses moviendo palabras de una declaración en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hasta que dan con la fórmula lo suficientemente vacua como para que todos la aprueben porque no sirve para nada; como para que el ministro de turno le regale las orejas al sindicalista de turno y todos los problemas se sepulten en una mesa de trabajo, donde lo peor no es la pose afectada y supuestamente convincente, sino que ni ellos mismo creen en lo que están haciendo y sólo usan lo políticamente correcto para calmar a los de fuera y escenificar la pantomima, pues, a menudo, lo importante no es resolver los problemas sino que los sobrellevemos de la mejor manera posible. Si echan la vista atrás no hay día en este mismo Diario en el que no se den un buen puñado de ejemplos de lo que les comento, muy probablemente, lo reconozco, porque son una adecuada forma de lograr convivir, ya que tener razón no garantiza ningún tipo de paz.Ahora bien, la palabrería no es sólo síntoma de problemas enquistados o frentismos irresolubles. También denota incapacidad de quien gestiona o, a lo peor, asimilación gregaria, miope y facilona de que esta es la forma al uso de hacer las cosas, en definitiva, de no hacerlas.Ahí tienen la famosa Declaración de Atenas, tan inédita, tan meridiana y tan celebrada porque, ojo a lo que dijimos, era la primera vez en que los ministros de Transportes de la UE se posicionaban de una manera tan clara y tan contundente en favor del transporte marítimo y, en concreto, del SSS. Pues bien, las principales organizaciones de transporte marítimo de Europa acaban de denunciar en bloque que, de momento, la sacrosanta Declaración de Atenas es papel mojado, es decir, un fruto más de ese gran valor de los políticos de poner toda la carne en el asador para decir lo que van a hacer, sin percatarse de que luego, mire usted por donde, hay que hacerlo.Al final, es lo del dicho popular consagrado por Lope de Vega, lo del “obras son amores...”, y es que nos pasamos la vida alienando al personal con razones.