El fabricante automovilístico General Motors, siempre a través de su operador logístico, lleva meses tratando de ajustar costes para tratar de rentabilizar el transporte de los vehículos Opel desde la fábrica zaragozana de Figueruelas hasta el Puerto de Valencia, que es por donde sacan las unidades con destino a determinados mercados exteriores como Turquía.Hasta la fecha, dada las limitaciones del trazado ferroviario entre Zaragoza y Valencia por Teruel, la conexión se hacía por el puerto de Tarragona con un rodeo extra de 300 kilómetros.Sin embargo, y como quiera que la lógica debe prevalecer en todos los órdenes, se buscó la forma de hacer rentable y eficiente el trayecto más corto entre los dos puntos, es decir, a través de la capital turolense.Tras los primeros trenes de prueba se descubrió que el principal impedimento estaba en los andenes de Teruel y Segorbe ya que rozaban con la parte inferior de los vagones. Solución: sacamos a pasear la lima industrial y rebajamos esos salientes. Fácil -que diría mi compañero Jaime Pineo-. Y así, como quien no quiere la cosa, se superó el principal hándicap y a día de hoy el servicio semanal ya utiliza el tramo ferroviario que circula por Teruel. Aunque las limitaciones siguen siendo numerosas las cuentas dicen que ya es más rentable utilizar este surco. No queremos ni pensar que sería de esta conexión si las condiciones fueran óptimas del todo.Y aquí viene mi reflexión. El asunto de Opel, más o menos, se plantea del siguiente modo: tenemos una carga que hay que sacar sí o sí; analizadas las alternativas se opta por actuar sobre la infraestructura.La carga es mucho más poderosa de lo que creemos. Podemos estar años hablando de la importancia de los corredores ferroviarios, haciendo sesudos estudios y análisis de impacto económico de una determinada conexión. Podemos reivindicar hasta el aburrimiento... pero si no hay carga esperando, la cosa va para largo.Disponer de la carga tampoco nos garantiza grandes cosas, pero sí es cierto que con ella el empuje es mayor y los agumentos se llenan de razones de peso, si me permiten el juego de palabras.Cuando los periodistas reiteramos la importancia de llenar los trenes, sabemos bien que no hay mayor argumento para reivindicar un trazado que las mercancías esperando en el andén y las empresas perdiendo competitividad por el exceso de costes logísticos.Se acercan las elecciones y unos y otros van a jugar a ver quién hace la propuesta de infraestructuras más vistosa y aparente; otros ni siquiera se la plantearán. Los asesores se preocuparán porque no falte en el programa la obra de todas las obras y todos prometerán unos plazos imposibles, casi siempre.Mientras tanto, en el mundo real, los empresarios se siguen partiendo la cara por todo el mundo tratando de generar riqueza y empleo y luchando contra los grandes obstáculos que nosostros mismos nos hemos empeñado en levantar. Paciencia.