El que fuera durante 18 años primer ministro de Luxemburgo es también mi presidente, su presidente, nuestro presidente. Como presidente de la Comisión Europea y más alto funcionario ejecutivo de la Unión, Jean-Claude Juncker encabeza la institución que representa el brazo ejecutivo del poder comunitario. A estas alturas, 30 años después de la adhesión de España a la Unión Europea, no debería ser ningún secreto la enorme influencia de las políticas comunitarias sobre tantos aspectos de nuestras vidas. Aunque muchos parecen no haberse enterado todavía.El caso es que el tal Juncker ha apadrinado un ambicioso programa de inversiones (EFSI por sus siglas en inglés o Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas) de 310.000 millones de euros en tres años a través de un nuevo vehículo financiero público-privado que con 16.000 millones procedentes de presupuestos europeos y 5.000 del Banco Europeo de Inversiones pretende servir de palanca para alcanzar los 315.000 millones con el apoyo del sector privado.El Parlamento Europeo, sin embargo, se opone a que el Plan Juncker detraiga recursos ya asignados a infraestructuras e I+D, una postura que concuerda con la del potente lobby europeo de transportes y de otros grupo de interés. Argumentos para ello no les faltan. Las principales asociaciones europeas de transporte, tanto marítimo como ferroviario o terrestre, han expresado su honda preocupación por el modo en el que la Unión Europea plantea la financiación y desarrollo de infraestructuras de transporte y subrayan la importancia del programa Connecting Europe Facility (CEF) para financiar proyectos a lo largo de las Redes Transeuropeas de Transporte (TEN-T), en las que se incluyen los Corredores Mediterráneo y Atlántico. Ambos programas son herramientas de una ambiciosa y al mismo tiempo realista política de infraestructuras que contribuirá a construir una UE mejor conectada, impulsando el desarrollo de sólidas redes de transporte.Pero mientras el objetivo de la Comisión Europea de atraer mayor inversión privada para financiar infraestructuras de transporte es bien recibido por los agentes del sector, éstos muestran dudas sobre si el planteamiento excesivamente optimista del "Plan Juncker" podría ir en detrimento de un buen número de proyectos de infraestructura, elegibles para su financiación por el programa CEF pero que tal vez no serían capaces de atraer inversiones bajo la óptica público-privada del programa EFSI. Temen que la reubicación de una gran parte del presupuesto CEF como EFSI podría poner en riesgo muchos proyectos identificados como prioritarios de la red TEN-T.Jean-Claude Juncker tiene un plan y no es fácil convencer a un funcionario luxemburgués de que su plan no es del todo perfecto. Bienvenidos a Europa.