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Unidad y diversidad

En esta vida, la unidad está sobrevalorada, pero la diversidad también. Todo depende del difícil equilibrio entre lo que enriquece y lo que divide o, por ser más simple en la exposición, entre lo que suma y lo que resta.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 19:14

Lo curioso es que son dos valores máximos a los que nadie renuncia y son perseguidos con igual ahínco pese a su aparente contradicción. Hasta el más puro defensor de la más concreta especificidad busca unidad entre quienes se sienten “específicos”; y hasta el más avezado propulso de la unidad más plena anhela la diversidad, aunque sólo sea para poder respirar. No olvidemos que los extremos de ambos conceptos podríamos decir perfectamente que son el totalitarismo y el caos, dos asuntos suficientemente trascendentes como para tomarnos este debate en serio.Como habrán podido deducir ya a estas alturas, esa citada contradicción aparente de la que hablábamos es eso, aparente, porque para salir vivos de este choque de trenes la clave está en comprender que unidad y diversidad son dos valores complementarios que para sacarles el máximo partido hay que ponerlos a interactuar en distintos planos.Si lo miramos desde un punto de vista instrumental, la unidad cobra su sentido en los fines y la diversidad en los medios. Una sociedad, agrupación o colectivo que tiene clara su meta será más efectiva en su consecución cuanto más diversos sean los canales que se creen para conseguirla, no sólo porque los que yerran pueden imitar a los que aciertan, sino porque hay muchas formas válidas de acertar y no todo el mundo tiene que sentirse a gusto con la misma.Claro que en este estadio de los medios y del ponerse en camino también se buscan complicidades y unidades, lo cual no es un riesgo, sino un sano debate que genera equilibrio y que incluso puede poner en cuestión los fines comunes, lo cual sigue siendo igual de saludable si se encuentra un nuevo cauce para ese río.Probablemente en estos momentos ustedes estén pensando ya en estados, naciones, partidos políticos, juntas de accionistas o incluso en su comunidad de vecinos. No obstante, en este asunto a mí lo que se me viene a la cabeza siempre es el asociacionismo en el sector del transporte de mercancías por carretera, caracterizado por una multiplicidad asociativa inabarcable que bien merece la pena ser analizada desde la óptica de la diversidad y la unidad.En cuanto a la unidad, y como principio general, está claro lo que marca la lógica. Tener una patronal, una, grande, fuerte, unida y democrática en su enriquecedora diversidad (preciso lo de democrática pues la exposición de conceptos ha brotado con una involuntaria reminiscencia de regímenes pasados) debería ser la herramienta más contundente para la defensa del colectivo en todos sus ámbitos. Ahora bien, desde la óptica de la diversidad en concordancia con la realidad, si el sector es una amalgama de eslabones tan interrelacionados como específicos, que interactúan y que chocan en fines y objetivos, por razones operativas y de contratación pero también de dimensión empresarial y de ámbito geográfico, qué no va a ser el asociacionismo del transporte por carretera sino eso mismo, una amalgama atomizada de agrupaciones específicas que siguen caminos de difícil complementariedad.Con todo, y esto es lo grave, el mapa asociativo no está determinado a veces ni por la unidad, ni por la diversidad, ni por la realidad, sino por los personalismos y protagonismos de algunos dirigentes y directivos, un mal que pone en riesgo la unidad pero, sobre todo, la diversidad, pues cuando la asociación no es más que un ombligo, no es que haya un criterio diferente, es que no hay criterio. Ojalá esta tentación se vaya superando.