Pero también es cierto que las pocas o ninguna decisión de estas semanas acarrean un cierto placer, un innegable alivio. Si no deciden, cuando no es imprescindible, significa que no tienen capacidad de cagarla. Hay temas vitales en nuestra logística que están suspendidos en el tiempo, como un insecto atrapado en ámbar, como una fotografía borrosa, que decían en "El espinazo del diablo". Pero, mientras puedan seguir ahí... casi mejor que se queden ahí. Y es que tenemos la sensación de que en cuanto empiecen a tomar decisiones existen algunas posibilidades de que dejen las cosas igual o mejor que están. Pero también muchas de que empeoren las cosas. En el campo empresarial, como en otros muchos, los políticos deberían intervenir lo menos posible. Dejarnos tranquilos, no meterse en nuestros asuntos, salvo para las pocas cosas en las que se precise un arbitraje o una decisión que no se pueda tomar en singular. Por eso estos días, en medio del desespero que genera la falta de movimiento, sobrevive un cierto regusto plácido, que nos lleva a no saber si queremos que vuelva la toma de decisiones o preferimos que nada interrumpa la marcha de la locomotora logística. Nos vienen a la cabeza recuerdos de otras muchas situaciones en las que nuestros lumbreras han pretendido mejorar lo que funciona y no han traído más que conflictos y ningún avance. Les gusta meterse en nuestras cosas, en especial en las que van bien. Llegan, sin tener ni idea de lo que es una empresa, dictan sus doctrinas infalibles, igual da que sean para inaugurar una exposición de manualidades como para cambiar el ritmo de un puerto. Se hacen la foto y... o se van o los echan. Y ahí estamos nosotros, los profesionales, perennes en la diaria pelea que nos da de comer a nosotros y a ellos, colaboren o entorpezcan. Muchos de nuestros políticos no sólo llevan toda la vida en política, sino que jamás han sabido lo que es una empresa. No, no es lo mismo imaginarlo, leerlo, que vivirlo, disfrutarlo y sufrirlo. Antes de decidir sobre un impuesto nuevo para las empresas, sobre una traba más o un aliciente menos para el empresario, no estaría mal que montaran una iniciativa empresarial por su cuenta... y riesgo. Así podrían saber qué es eso del vértigo ante la necesidad de mover carta de un castillo de naipes que ha costado toda una vida construir. Otra temporada en el paro tampoco les vendría mal. Levantarse cada mañana, leer las ofertas de empleo, peregrinar de entrevista en entrevista, aguantar soberbias y engaños, para volver a casa y ver en la tele cómo deciden sobre las empresas y las gentes los que nunca han tenido una empresa y muy pocas veces han sido personas. Por eso, disfrutemos de estos días. Es en cierto modo divertido ver a nuestros dirigentes tratando de dibujar sonrisas cuando sólo les sale una mueca retorcida. Tratando de gritar soflamas que sólo logran el eco de su propio vacío. Y además, mientras están haciendo el payaso, no se meten tanto en nuestras cosas. Qué paz.