La ministra ha hecho sabiamente bandera de que todos los proyectos deben salir adelante con el consenso de los agentes sectoriales y, si no, no hay proyectos, algo que parece un sacrilegio cuestionar.No obstante, en las últimas fechas han cogido en Fomento carrerilla con este mensaje apaciguador del “tranquilos, sin consenso esto no va para adelante” y, a mí, qué quieren que les diga, esto no me suena a “no se preocupen, jamás legislaremos en contra del ciudadano”, sino que cuando lo oigo más bien escucho que “con independencia de mis principios y convicciones sobre lo mejor para los ciudadanos, no están ahora mismo las urnas para pisar callos por lo que, si no encuentro un fácil apoyo, mejor no mover el árbol no sea que caigan huelgas y nos dejen sepultados”.El consenso se convierte, así, en un eufemismo, en una vía de escape, en una socorrida rendición: como no puedo o no me atrevo, pues eso, que “yo no saco adelante nada sin consenso”.Hago este planteamiento porque nada en la vida es ni blanco ni negro pero cuando uno busca el consenso es porque delante tiene un proyecto con distintos elementos que modular para que todos ganen sin perder demasiado y sin pervertir el fin esencial de la medida, cuando, además, un mismo problema puede ofrecer distintas soluciones.Yo entiendo que, por ejemplo, en un proyecto de ley en el marco de una reforma necesaria hay absoluta justificación para decir lo de “no sin el consenso” y para arremangarse y tocar todas las teclas posibles para el acuerdo.Ahora bien, situémonos en el caso de la propuesta de Fomento de desviar los camiones a las vías de peaje en determinados tramos de la red nacional. Propuesta concreta, que nadie ha pedido, que la Administración se saca de la manga por algún motivo, que va directamente en contra del sector y que, a priori, no hace falta ser muy inteligente para adivinar que el rechazo va a ser frontal. ¿Me pueden explicar qué argumento de negociación es lanzar la medida y acto seguido decir “no lo aprobaré sin consenso”?Claro, yo si fuera patronal del transporte miraría a la ministra y le diría: “Estupendo, pues ya sabe que no estoy de acuerdo. Ya puede ir tirando el proyecto a la papelera”. Se lo pone en bandeja.Tiene suerte Pastor de que haya patronales más responsables que servidor, pero a veces aterra que no haya la suficiente convicción en la Administración a la hora de defender lo que plantean, como si esto de las propuestas fuera un juego: “Desvíos, ¿os gusta? ¿No? Pues fuera. 44 tn, ¿hay consenso? No. Pues fuera”.Y digo yo, ¿para qué proponen nada? No hace falta ser un lumbreras para saber que determinadas propuestas van a ser mal acogidas. Para qué abrir debates, si no se aguanta en el ring ni media bofetada, si a los dos minutos se tira la toalla. No se trata de gobernar con autoritarismo, ni soberbia, ni unilateralidad, pero si uno realmente cree en un proyecto, y tenemos el mejor ejemplo en la reforma de la estiba, ¿por qué como Administración se peca de cobardía y al minuto se da un paso para atrás?Si aspiran a gobernar de verdad, hagan el favor de, al menos, luchar por sus propuestas: defiendan con convicción que han pensado en el interés general. Si al primer revés se van a echar para atrás, está claro: dejen de hacer propuestas y, por supuesto, dejen de poner la excusa del consenso.