No obstante, esto no son más que decimales si lo comparamos con el verdadero mal de estas cinco convocatorias electorales consecutivas que nos acechan, a saber: la paralización en la toma de decisiones trascendentales por parte de las distintas administraciones; o, en el mejor de los casos, el dictado de propuestas enfermas de cortoplacismo y anhelantes de un rédito electoral inmediato.En los últimos años nunca hasta ahora habíamos tenido cinco comicios trascendentales consecutivos en el mismo ejercicio (andaluzas, municipales, autonómicas, catalanas y generales) y nunca hasta ahora el clima político había llevado a la convicción de que lo que suceda en la convocatoria precedente, sea del ámbito que sea, influirá decisivamente en el devenir de cada partido en la convocatoria siguiente.¿Resultado? Pues que queda casi un año para las Generales y aquí ya está todo el mundo con el pañal puesto y en modo “amarrategui”, sobre todo en lo que respecta a las grandes reformas.Reformas que, en muchos casos, no están pendientes por dejación o vacilación, sino porque conllevan procesos largos con sus plazos, seguidos con intensidad y coherencia, y es ahora cuando toca la concreción, en un momento tan válido como cualquier otro porque supongo que se es presidente, ministro o consejero con la misma relevancia el primer día de la legislatura que el último.Ahora bien, creen los políticos que los ciudadanos no tenemos neuronas y, cuando llegan estos momentos, agarran la balanza y se hacen una pregunta muy básica: ¿Llevo hasta el extremo mis compromisos aún a riesgo de levantar ampollas en año electoral, sepultando con ello mis logros y perjudicando las campañas de mi partido; o bien dejo que las reformas languidezcan ante el principio socialmente admitido del “yanosepuedeesañoelectoral” y me lavo las manos conformándome con lo ya conseguido?Si se hiciera acopio de coherencia y valentía no creo que hubiera dudas de hacia dónde se inclinaría la balanza. Ahora bien, esos dos valores no suelen concordar con los prebostes y mentes pensantes de la clase política.Dicho esto, creo sinceramente que lo de mirar para otro lado en año electoral puede llegar a ser infinitamente más frustrante para el electorado que los daños colaterales de llevar a cabo todo lo comprometido hasta el final. Los votantes tenemos la memoria corta para lo malo pero también para lo bueno, por lo que pasar tres años repartiendo trigo y al cuarto inundar el plato de alfalfa es jugártelo todo a encontrarte las papeletas electorales rebosantes de decepción.En este sentido, mi mensaje es muy claro para la ministra de Fomento, Ana Pastor: hemos aplaudido la reforma de la LOTT y la Estrategia Logística y la bajada de tasas portuarias y los nuevos plazos concesionales y el impulso del ferrocarril y de las mercancías pero no se puede permitir que, con todo un año por delante, nos entre ahora el vértigo y al final se nos quede en el tintero la reforma del ROTT, la materialización de la Estrategia Logística, la reforma de la estiba y las grandes políticas transformadoras del transporte de mercancías por ferrocarril. Ministra, sea valiente y sea coherente. No dilapide el rédito obtenido. La logística sigue anhelando las reformas, aunque sea año electoral.