Pero luego llega el cáncer de la adulación y lo tergiversa todo. Vemos cada día lo relativo que son los hechos y lo importante que es ser quien seas. No importa si eres un inútil, robas o muerdes, comparado con que seas mi hijo, mi camarada o mi delantero. Con esos condicionantes ocurre que no eres un imbécil, es que la profesora te tiene manía. No eres un vulgar chorizo, sino que te has despistado. No eres un animal que la emprende a mordisco como un puto perro, y además reincides, sino que tienes la constante mala suerte de que te agreden con sus agresivas carnes en tus cándidos colmillos. Luego, cuando los mismos hechos los realiza un contrario, vemos que se cambia sin vacilación alguna la clasificación de lo reprochable y lo plausible. Con todo esto, casi nadie pide perdón, nadie se ha equivocado nunca, nadie es un golfo. Si eres de los míos, carta blanca, hagas lo que hagas. Además, como los medios de comunicación no se libran de colorear el cristal cada día, nos encontramos con la pérdida total del norte de la ética. Con una confusión absoluta sobre lo que está bien y lo que está mal. Qué métodos son lícitos y qué otros no se debe aplaudir nunca. Depende. Todo depende de quien lo haga, no de lo que haga. Así se ha creado en este santo país el caldo de cultivo perfecto para conseguir exactamente lo que hemos conseguido: una plaga de despreciables campando a sus anchas con la frente bien alta. Porque yo lo valgo, porque eso me dicen todos los que me rodean. En nuestro sector es peor todavía, por los entramados de negocios que vinculan a unos con otros. Así se fraguan opiniones basadas en la intensidad de la relación comercial directa o indirecta, en el poder que tenga y reparta el acusado, en lo que le da o le quita a este o a aquél. En logística, lo hemos visto ya muchas veces, como además la adjetivación se basa en los criterios de poder, y estos cambian y mucho, las etiquetas y los tratos fluctúan de igual manera. En ocasiones, algunos (para que nadie se sienta aludido), invitan, ríen los chistes y se relacionan con el cargo. Para pasar a ignorar o a hablar mal de esa misma persona cuando pierde el campito de fuerza del poder. Los datos matemáticos, las líneas rojas, los hechos concretos y, sobre todo, la propia experiencia, es lo que nos ha de llevar a concluir si son besos o mordiscos lo que reparte éste o aquél. La no adjetivación también es una buena opción. Cualquier cosa menos crucificar al proveedor justo o llevar a los altares al cliente cabrón. Lo que sea para poner delante, o al menos tener en cuenta, que lo importante es que uno sea justo o cabrón, no cliente o proveedor. Es una inversión a más largo plazo, pero es más estable, y por tanto, relajada, ya que no hay que cambiar el trato ni fingir nada. Y es que, los clientes y proveedores, el que te compra o te vende, puede perder o cambiar ese rol de un día para otro, en cambio... el que nace cabrito, suele morir... de viejo.