Lo cierto es que no me cabe la menor duda de que el idioma de Cervantes debe tener una o muchas palabras que conviertan en absolutamente injustificado el que yo les diga hoy a ustedes que lo de la Ley de la Logística ha quedado en este minuto de juego reducido a una cuestión “marketera”, dicho además con cierta carga peyorativa, porque tras escuchar la semana pasada al responsable de la Unidad Logística, Pascual Villate, uno tiene la sensación de que este tema ahora mismo sólo se sostiene y lo sostienen como una operación de imagen, argumento tan pirotécnico como pobre, que debiera frustrar incluso a quienes defendieron su concepción, pues este enfoque lo desvirtua todo.Ya de primeras hay que decir que este asunto venía al pelo para vestir a la Estrategia Logística. A este sector de los problemas eternos y las soluciones manidas, envolverle lo de siempre con la literatura de siempre podía generar notable desafección. Por otro lado, de cara al público en general, vender los retos sectoriales desde el tecnicismo operativo iba a ser complicado. Por eso, la Ley de la Logística surge con contundencia como un recurso “marketero” de primer nivel para vender al vulgo patrio que se quiere hacer un “algo” transformador en un sector importante y para elevar la moral del propio sector con una herramienta tan difusa como ilimitada, capaz de no decir nada pero, a la par, alimentar todas las esperanzas transformadoras habidas y por haber.No olvidemos que la idea no es de Fomento y que una cosa es la recurrente razón por la que el Ministerio compra la propuesta y otra cuestión muy distinta es el hondo calado de las pretensiones de quienes lideraron su planteamiento, principalmente la patronal UNO.Sobre todo porque esta propuesta de la Ley de la Logística está muy lejos de esa candorosa concepción de generar una propuesta normativa que reúna, articule y modernice de forma coherente toda la legislación vinculada con la logística. Hay un objetivo superior que es reivindicar la figura del operador logístico como eje esencial que controla y vertebra la cadena, subsumiendo toda la concepción legal al papel predominante de este agente; el cual, ni siquiera se siente ahora mismo definido correctamente en la legislación vigente: o sea, queremos el cómo y nos falta el qué.Lo malo es que más allá del encaje de esta figura, como bien señaló la semana pasada Pascual Villate, el global de la cadena de suministro está ya regulado en nuestro ordenamiento y si procediera (que procede) reformar o mejorar algo no parece absurdo que lo lógico fuera hacerlo modificando las leyes que correspondan, menos llamativo que poner todo patas arriba con una nueva ley pero tal vez más práctico. Dijo Villate en este sentido que no parece que entonces se justifique la Ley, si bien entiende que sería positivo porque “caracterizaría” al sector de cara a la sociedad, es decir, serviría de operación de marketing, o sea, serpentina y celofán. Pobre rédito para una ley que busca transformar de raíz la concepción legal de la logística, ¿no?