Los vips efímeros siguen paseado de vez en cuando por las terminales, con las mismas intenciones públicas y privadas a su alrededor. Siguen diciendo que van a hacer, empresarios, políticos y trabajadores, una serie de cambios en el sector, de avances, de mejoras... que no se hacen, porque debe ser que no quiere nadie hacerlas. Cambian algunas caras porque la gente sigue teniendo la costumbre de morir cuando está aprendiendo a vivir, pero la esencia no me parece que se haya modificado tanto. Un ejemplo al azar: Hace años, cuando un puerto publicaba sus estadísticas de tráfico, su competidor publicaba días después otros datos que pudieran parecer, para las mentes mal pensantes, esas que aciertan, que podían haber sido maquillados en función de los primeros, ahora, en cambio... lo mismo. Cuando la política sigue omnipresente en donde puedan entorpecer algo, las estadísticas son el pasaporte para defender una gestión portuaria. Pero... ¿quién defiende la exactitud de las estadísticas y su contenido real? En estos tiempos en los que se habla, por narices, de la transparencia que viene o habría de venir, convendría reflexionar si no vendría bien al sector algo más de esa luz que venimos reclamando desde siempre, y que el sector se niega a encender, aunque diga lo contrario. Publicar cifras de uno u otro puerto debería ser algo más. A través de arbitrajes o auditorías, o lo que ustedes quieran, debería saberse qué se espera de cada uno de los puertos, qué consigue, con qué valor, en qué instalaciones, con qué plantilla, a qué precio... Y premiar o castigar en función de la obtención del objetivo. Sí, ya ven, la gestión empresarial bien entendida vuelve a ser la receta para casi todo. Por la misma regla de tres que exigimos saber en qué se gasta cada euro público, no estaría de más conocer lo mismo de todo lo que se invierte en los puertos y sus alrededores con el pretexto todopoderoso de ser "de interés general". Estaría bien implantar luz y taquígrafos para todo céntimo dejado caer en semejante cajón. Tener unas condiciones especiales por ser o estar en relación directa con el interés público me parece genial para empresas y trabajadores, siempre y cuando exista la mínima contraprestación, acorde con el beneficio. Si algo se paga en mi nombre, me gustaría saber al menos cuánto se paga. Eso de ir hacia la luz, como Caroline, es algo que no hemos conseguido en los últimos lustros. Será que se está bien ahí, en las turbias y tibias aguas entre lo público y lo privado, picoteando las ventajas y pinchando los inconvenientes. La gestión empresarial pura vendría genial para este sector, pero no para muchos de los que viven de él, por mucho que digan lo contrario.