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De pícaros y señores

Estamos totalmente rodeados de un mundo de normas que se desmoronan unilateralmente. En estos tiempos retorcidos nada ni nadie nos ofrece seguridad y la tentación de ser flexible o laxo con los compromisos adquiridos puede hacerse cada vez más fuerte.

  • Última actualización
    29 septiembre 2018 01:43

Las cosas son como deben de ser. O no. Seguir el ejemplo de lo no ejemplar nos llama como canto de sirena. Si todo el mundo lo hace... no voy a ser el único pringao. Como siempre, y más si no podemos fiarnos de nadie, la salida está en el interior. Correr hacia donde estés. Centrarse en no salir del círculo inmediato. Nadar contracorriente, como forma de avanzar o hacerte más fuerte. Se avecinan, como comentaba ayer mi compañero y sin embargo amigo, Fernando Vitoria, días difíciles, interesantes, de cianuro y espinas, añado yo. Ni uno sólo de los conflictos, de las discrepancias de criterios e intereses que tenemos a la vuelta de la esquina, se podrán solventar siguiendo el ejemplo que nos rodea. Lo retorcido se hará más retorcido y los parches se parchearán más, si se nos ocurre solucionar las cosas dentro de los parámetros reinantes de considerar la ley como el enemigo y los pactos como un reto, consistente en ver quién los rompe con más salero. La cabra tira al monte, y la tradición de la picaresca, tan antigua como arraigada, nunca se fue de la forma de ser del colectivo nacional. Decir una cosa y hacer otra, acusar a la víctima, inventar la trampa antes que la ley... algunos lo llevan en la sangre. Si recordamos todo lo "graciosos" que nos parecían los pícaros de entonces, los sinvergüenzas de ahora, justo será recordar en su totalidad, y constatar que pocos o ninguno de ellos acaba llevando una vida que para nosotros quisiéramos. Si estamos de acuerdo, bueno será volver a tener palabra, flexibilidad, respeto y sentido común para atender los conflictos que nos está tocando o nos va a tocar vivir en breve, en transporte terrestre, en los muelles, en los asuntos de Competencia... Si nos da por recordar y por fijarnos, también podemos recordar en los tiempos en los que una apretón de manos entre caballeros, con o sin corbata, permitía seguir progresando todos. También podemos fijarnos en quienes todavía no han sucumbido a la vorágine extendida del sálvese quien pueda. Los tenemos cerca, no hace falta otear el horizonte para encontrar gente tranquila, afable, que hace las cosas en conciencia, que vive, con más o menos dinero, con toda la paz del mundo. Toca volver, en esta epidemia de picaresca mal entendida, al tiempo de los señores. Reunirse con pícaros y mentirosos es tan pérdida de tiempo como no hacerlo con quien responde de sus compromisos. No sé si habrá muchos o pocos de esos señores, pero sé que cada día que pasa me apetece menos tratar con cualquier tipo de gente que no sea verdad. Buscar soluciones laberínticas en los tiempos que se avecinan es agotador, costoso en nervios, tiempo y dinero. Yo no sé ustedes, pero no ando muy sobrado de nada de eso. La opción de creer a tu interlocutor debe seguir vigente siempre. Si en un encuentro negociador te mienten, no mientas tú en el próximo, sencillamente, cambia de interlocutor. Al menos hasta hoy, si se quiere ver, se puede seguir encontrando maíz entre tanta y tanto farfolla.