De esos directivos, muchos pertenecen a los equipos de los distintos puertos. Los grandes enclaves portuarios son autosuficientes, generan recursos como para mantener su actividad sin arañar nada a las arcas del estado. Y todos, grandes, pequeños y medianos, quieren tener cruceros, y todos han enviado sus fuerzas comerciales de choque para pelear por la ansiada escala. Nosotros, como toda empresa privada, hacemos números hasta la extenuación para ver la idoneidad de la inversión que hemos realizado al desplazarnos hasta la Feria. Las empresas públicas corren el riesgo de no funcionar así, sobre todo si están saneadas económicamente. No parece que hayamos aprendido todo lo que debíamos en el capítulo de austeridad. Cuando una escala de un barco aporta casi todo el beneficio a la ciudad, invertir tanto en tirar un puerto de la proa y otro de la popa del crucero, para llevarlo a su muelle, parece algo extraño. En este sector de los cruceros, como en otros tantos, apostar por la concentración como garantía de economía de escala, sería algo que tendría todo el sentido del mundo. Aprovechando que tenemos unas comunicaciones para pasajeros de lujo, entre autovías, AVEs y demás, parecería lógico concentrar los cruceros en menos puertos, con mejor opción para que el crucerista se moviera entre las ciudades cercanas. En vez de eso, seguimos con la vieja aspiración de tener, en cada palmo de nuestro país, un puerto, un aeropuerto, una estación del AVE, una terminal de cruceros, otra... Y todos, hoy en día, infrautilizados. Seguimos pensando que si vamos durante 20 años a una feria y conseguimos cuatro o cinco escalas, que luego siguen o no, hemos hecho un buen trabajo, hemos triunfado, sin pensar a cuánto nos sale cada crucerista. El tráfico de cruceros va a seguir creciendo. Así lo cree todo el mundo. Quizás sea el momento de establecer estrategias de comercialización de nuestros destinos turísticos mucho más agresivas, mucho más contundentes, pero todos juntos. Una auténtica estrategia global de toda la costa de nuestro país, podría dar excelentes resultados en el objetivo último: atraer más turistas a nuestras maltrechas economías. La inversión que el sistema portuario español destina a esa comercialización concreta de nuestros puertos como destino de cruceros, es en algunos casos digna de un análisis algo más frío, de una supervisión algo más estricta. Puertos del Estado puede que tenga algo que decir en eso de sopesar qué gasta qué puerto en qué feria con qué objetivos y qué resultados. Y sobre todo si esos objetivos son de la incumbencia de ese puerto. Eso de ir todos los puertos a por todos los tráficos en todos los rincones del mundo, es algo que el sistema debería de hacerse mirar. Una cosa es que pueda y otra cosas es que deba. Bastante debemos ya, como para no apreciar la diferencia entre gasto e inversión. Recuerden, la obligación de los puertos no es dar beneficio, sino dar el máximo beneficio posible.