que la Comisión Intergubernamental pueda “considerar que ninguna de las ofertas presentadas reúne los estándares de calidad previstos en las Bases y proponer a los Estados que declaren desierto el concurso”. El caso es que cuando se cumplen prácticamente cuatro años desde la adjudicación de la Autopista del Mar de Vigo-Saint Nazaire, con su extensión a los puertos de Algeciras y Le Havre, a la sociedad Autopista del Mar Atlántica, S.L., integrada por Acciona Trasmediterránea y los puertos mencionados, la realidad de dicho proyecto se reduce a un relato cronológico salpicado de promesas, más o menos buenas intenciones y un puñado de nombres de personas y empresas. Nada más. Mucho pasado, escaso presente y aún menos futuro. Acciona Trasmediterránea, primero, y Compañía Marítima Hispano Francesa (CMHF), después, no han sido capaces de activar un proyecto que ahora retoma Suardíaz y que si cuando se convocó el concurso en 2007 presentaba ya un importante reto para los aspirantes por las “duras” condiciones del contrato, como entonces reconoció Anave, en 2013 se convierten, sencillamente, en imposibles de cumplir en todos sus puntos. Ninguna compañía ha sido capaz de asegurar en estos años, siquiera de manera aproximada, el cumplimiento de los requisitos exigidos a la sociedad adjudicataria de la Autopista del Mar en los pliegos de condiciones. Ni en lo que se refiere al umbral mínimo de tráfico anual; ni en el número de salidas semanales; ni en la conexión con los puertos de Algeciras y Le Havre; ni en la captación de nuevos tráficos que se sumen a los ya existentes; y menos aún en lo que se refiere al trasvase modal, auténtica razón de ser de las Autopistas del Mar. Y todo ello, ni con Gefco ni sin Gefco.Suardíaz, que precisamente acumula una experiencia de más de 30 años en la ruta Vigo-Saint Nazaire con los tráficos de Gefco (y no Trasmediterránea, como yo erróneamente deslizaba el pasado jueves) tiene ahora la última palabra. O no. Tal vez sea el Estado francés quien tumbe definitivamente la Autopista del Mar de Vigo bajo la sospechosa excusa de que la propuesta del nuevo aspirante no cumple los objetivos para los que fue diseñada, sencillamente porque lo que se propone ya existe y lo que ya existe no se subvenciona. Así de claro. Pero si así ocurriera podemos estar tranquilos. La culpa no será nuestra, ni de Trasmediterránea, CMHF o Suardíaz; ni de Gefco-PSA; ni de Zapatero-Blanco o Rajoy-Pastor; ni de los presidentes y presidentas del Puerto de Vigo; ni de la crisis y la debilidad del mercado o el fallido diseño del proyecto; ni siquiera de la mala suerte o del sursum corda.... Siempre podremos echar la culpa a Francia, la patria de Nicolas Chauvin. Mientras tanto, a este lado de los Pirineos, nosotros a lo nuestro: a por las subvenciones y los premios. Que ninguno quede desierto.