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Ya me contarán

Por mucho que levantemos la cabeza hacia el horizonte, siempre nos quedamos cortos. Si nos paramos a reflexionar, a imaginar, siempre será insuficiente. Bien sabemos que no se gana progreso y futuro apretando tuercas, sino sabiendo qué tuerca apretar. El pasado martes el sector logístico, convocado por este Diario, se dio una pausa para la reflexión y de ahí volvieron a salir ideas de futuro.

  • Última actualización
    23 febrero 2018 00:00

Ocurrió que el propio marco elegido, el emblemático edificio Veles e Vent, formó también parte del mensaje. Y es que costaba mantener la vista en el corto plazo, cuando al levantar la cabeza se tenía una panorámica privilegiada del Mediterráneo playero y portuario, ofreciendo un horizonte abrumador. Hay que combinar las dos cosas: no perder detalle lo que ocurre, y no dejar de valorar el horizonte, ese que por muy lejos que lo intentemos ubicar, siempre nos quedamos cortos. Hemos de estar pendientes de las relaciones laborales en la estiba, pero sin dejar de tener en cuenta que el futuro puede pasar por los automatismos y la reducción o ausencia de personas en los muelles. Podemos hablar de los nuevos dueños de las navieras, de intermodalidad, modos y modales, pero sin olvidar que los dueños del transporte en breve pueden ser otros si las grandes empresas de comercio electrónico siguen creciendo a este exponencial ritmo. Podemos analizar si la intermediación ha de estar orientada al cliente o la mercancía, pero sin olvidar que la actual multiplicación de la información acabará dividiendo la necesidad de esos intermediarios. Podemos seguir peleando entre puertos vecinos, cuando en breve no va a quedar otra que colaborar entre puertos sí o sí. Podemos debatir si hacemos una zal aquí o allí, cuando la demanda de suelo logístico es tal que hará falta suelo aquí y allí. Podemos debatir entre si hacer más largo o menos largo el muelle de las nuevas terminales, cuando los encargos en los astilleros ya nos están diciendo que no sirven, que se han quedado pequeñas antes de inaugurarse. Podemos perder el tiempo convenciendo a sordos de que los puertos son necesarios y acceder a ellos es imprescindible, o podemos cambiar de interlocutores. El futuro existirá, con o sin nosotros. Y como probablemente no podremos verlo, nadie nos va a decir eso de que nos equivocamos. Por eso ahora lo podemos dibujar como queramos. Yo lo delineo con barcos de 50.000 TEUs, casi sin tripulación, con grúas automáticas trabajando por babor y estribor, para que el buque pare el menor tiempo posible en muy pocos puertos. Los barcos pertenecerán, como casi todo, a gigantes del comercio electrónico, chinos, claro. Muchos de los gremios del sector habrán desaparecido. Sobre todo, como se comentó el martes, los que no aporten concreto valor añadido. Eso sí, los profesionales de esos gremios, seguirán, por supuesto, pero integrados en empresas logísticas, casi todas muy orientadas al comercio electrónico. Próximas a los puertos, aunque no necesariamente al lado, conectadas con lanzaderas, habrá inmensas zonas de suelo logístico destinadas a preparar mini pedidos de todo tipo para que se lleven al cliente final, por tierra y aire. Lo raro de todo esto es que veo en todo y por encima de todo a las personas, que tendrán un papel primordial como objetivo de todo, no como herramienta. Igual peco de optimismo en esto último. Ya me contarán, en sus oraciones. Si no es así, si se sigue sin respetar todo lo debido a las personas, mejor no me cuenten nada, no sea que me dé por regresar.