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Esa mundana vulgaridad

Yo supongo que es tremendamente tedioso tener que enfangarse en la mundana vulgaridad de las pequeñeces del transporte de mercancías por carretera. Lo sé, me hago cargo. Es mucho más atractivo y viste más en las redes sociales engolarnos con el oropel de las grandes agendas estratégicas, de las ampulosas hojas de ruta y de los deslumbrantes retos del futuro 4.0 y todo por aquello de sentirnos pioneros, influencers, por llegar antes, por creernos más y pensar que esto va de mirar  hacia delante y no perder el tiempo mirando hacia atrás.

  • Última actualización
    27 noviembre 2018 15:21

Y en todas partes cuecen habas, no se crean. Sin ir más lejos, el otro día la gente salía del Foro PROMart subrayando que para hablar de blockchain, de ciberseguridad, de automatización, de tecnología y demás zarandajas revolucionarias siempre va a haber tiempo, siempre, por mucho que nos inoculemos esa moto pancartera de que el “futuro es hoy”, cuando no hay más hoy que el del presente, de ahí el valor de que PROMart también abordara que en apenas unos meses las navieras van a ver multiplicados sus costes de combustible, o sea, a la de ya, quedándole muy clarito a todo el mundo quiénes lo van a pagar al final, cuestión tan impactante como mundana, pero que no se puede obviar.

Por eso mismo pueden ustedes, como cantaba Arjona, “andar ocupados por el cielo”, pero no se olviden de que al final donde se vive es “en el suelo” y en un hoy donde está la carretera y su mundanal, olvidado y vergonzante ruido, con una dramática particularidad.

Todo ese desparpajo que mostraron las navieras en el Foro PROMart, toda esa batería de argumentos indubitables que desplegaron sobre la mesa, todo ese discurso incuestionable sobre la traslación del coste del combustible al precio del flete sin mayor cuestionamiento, es justo lo que le falta a la carretera, que tiene las mismas mismitas razones que las navieras pero le falta su brutal fuerza.

Sí, es la miseria de la carretera, sus cositas, sus idiosincrasias de toda la vida, ya sabemos, sus obsesiones, ¿verdad?, claro, pobrecitos, son tan débiles, tan rudos, sí, en fin, tan pesados, transportando, qué cosas, y con cuatro ruedas, dinosaurios, qué pena...

Pero lo peor no es que la debilidad estructural comporte el desprecio permanente de muchos clientes, falaces y falsos porque no tienen la valentía de reconocer públicamente que son adictos a pescar en río revuelto. Lo peor es que al transporte por carretera todo el santo mundo le toma por el pito del sereno, ya sean las patronales de otros sectores, ya sea la Administración, ya sea la gente de la calle.

El vapuleo es ya hasta cobarde. Ya hemos criticado en numerosas ocasiones el vampirismo de los Seopanes de turno, sedientos de euroviñetas para llenar su barriga a costa de sangrar al transporte, venga y venga con su matraca, de la que por cierto nadie se cansa. Curioso.

Pero es que lo de la Administración ya es vergonzante con los desvíos de las autovías, con el cierre del núcleo central de las grandes ciudades, con los nuevos impuestos y su incremento, con lo del diésel, y venga a disparar cañonazos populistas sin importar los destrozos de las balas, pero vamos, cuando quieran hablamos también del ROTT y lo de pasarse por el forro la incuestionable necesidad de volver a convocar una audiencia pública.

Y claro, luego nos indignamos porque estos “primates” del transporte nos van a montar la tangana a partir de enero con un paro patronal,  cuando olvidamos que hablamos de un sector que tiene sustraído el derecho primario de fijar libre y autónomamente el precio y las condiciones de su servicio. Sí, sí, claro, la reivindicación de siempre, la misma de siempre, su problema de siempre,  el suyo, qué vulgaridad...