El transbordo está muy bien. Es el pan con el que las navieras han acompañado, desde siempre, los tráficos de importación y/o exportación. Mola el transbordo sobre todo cuando hay poco tráfico. Que un buque tuviera que acercarse a un puerto para dejar o coger contenedores vacíos servía para que aceptara carga de importación o exportación y viceversa. Ambos tráficos se han alimentado unos a otros. Hasta que han subido tanto que igual no se necesitan ya de la misma forma. A finales del siglo pasado la economía de escala era un argumento rotundo. Solo debía haber una terminal de contenedores en cada puerto, y no en todos los puertos. Había que concentrar tráficos para que la inversión en la estructura de la terminal valiera la pena. En la actualidad, el crecimiento de los tráficos ha hecho posible que muchos puertos cuenten con varias terminales. Ese crecimiento de la actividad en los muelles podría llevarnos a que los transbordos no fueran tan determinantes. Podemos hoy afirmar que el transbordo genera empleo y riqueza, pero sobre todo para la terminal y los estibadores. Si el contenedor no entra ni sale por las puertas del puerto, su riego de trabajo y prosperidad tampoco.
Si el contenedor no entra ni sale por las puertas del puerto, su riego de trabajo y prosperidad tampoco
Los datos del primer cuatrimestre están mostrando una bajada del transbordo y el aumento de la importación y la exportación en los grandes puertos mediterráneos. Este golpe de timón tiene mucho que ver con la política internacional y con la competencia africana y poco con los planes estratégicos de los puertos. Pero, una vez que estamos ahí, igual vale la pena reflexionar sobre si podemos o debemos hacer algo por quedarnos ahí: con más importación y exportación y con menos trasbordo. Abrirnos a un nuevo rumbo, a un horizonte distinto.
Si baja el transbordo es porque este tráfico es voluble como ninguno y suele bailar al son que más le interesa, siempre con el trasfondo económico como argumento especialmente considerado. Que hemos de pagar por la ocurrencia del ETS, pues nos vamos enfrente, a los puertos africanos, que comparten aire con nosotros, pero no comparten la inmensa tontería de los iluminados de la Comisión Europea. Que trabajar en nuestras terminales es más caro, pues lo mismo: transbordos a África. Las estadísticas, como el algodón, no engañan.
En el capítulo de explicaciones sobre el incremento del tráfico exterior, hemos de mirar a Trump y el desorden general de los mercados que han acarreado sus ocurrencias y tontunas.
Esta confluencia de astros puede que nos muestre un nuevo camino de futuro. ¿Y si empezamos a darle mucha más importancia a los tráficos de valor añadido? ¿Y si tenemos en cuenta que hay congestión en los puertos y que la va a haber mayor en el futuro? ¿Y si concluimos que igual es mejor reducir el transbordo y dedicar nuestros valiosos enclaves portuarios, sobre todo, al tráfico de importación o exportación? Que crezca el comercio internacional no es solo cuestión de la competitividad de las empresas. También de que sus puertos puedan dar óptimo servicio al mejor precio.
También puede ser, lo confieso, que con los transbordos ocurra como con Eurovisión o el mundial de clubes, que solo nos parece atractivo, digno, respetable... cuando lo ganamos.