La clarividencia es un don con el que ni siquiera la Inteligencia Artificial es capaz de competir o siquiera empatar. No ahora, al menos. Cuando hablamos de predicciones hechas por la IA, pensamos a menudo en ideas prácticas obtenidas mediante el procesamiento y análisis de datos. Pero, ¿podrá la IA ir más allá y predecir el futuro como lo haría un verdadero adivino? Como Zoltar, la máquina de feria que adivinaba el futuro a cambio de una moneda de 25 centavos y concedió a Tom Hanks el deseo de ser adulto en la película “Big”.
El software impulsado por IA ha demostrado habilidades increíbles para identificar patrones y tendencias, lo que ha llevado a explorar su uso para adivinar lo desconocido. Pero parece claro que si bien puede proporcionar una visión y predicciones basadas en el análisis de datos, no posee habilidades sobrenaturales.
Al igual que cualquier otra industria o sector, el transporte marítimo de mercancías, y en concreto, de contenedores, necesita realizar previsiones lo más certeras posible sobre el futuro, para adelantarse a los acontecimientos y tomar las decisiones más acertadas para satisfacer sus objetivos y evitar imprevistos indeseados.
Sin embargo, a pesar de los avances en la ciencia de los datos, lo único seguro hoy es que, de cara al futuro, una serie de fuerzas regulatorias, comerciales, tecnológicas y geopolíticas, algunas identificadas, otras aún desconocidas, seguirán añadiendo complejidad, volatilidad e incertidumbre al panorama operativo del transporte marítimo.
La cuestión es asegurar la adaptación de la industria a todos estos cambios sin que deje de proporcionar la capacidad necesaria para facilitar de forma eficaz el comercio mundial y garantizar unas tarifas estables y mínimamente predecibles en este 2023 y los próximos años. Este deseo surge en el contexto de un posible exceso de capacidad en el mercado, con una cartera de pedidos de buques relativamente limitada en comparación con la capacidad activa existente.
Entretanto, se prevé que las tendencias que condicionan la oferta y la demanda, combinadas con las continuas incertidumbres económicas y comerciales, las tensiones geopolíticas, los cambios en los patrones de consumo y las distancias promedio recorridas, la reconfiguración de la cadena de suministro y las más estrictas regulaciones ambientales, afecten las tendencias en las tarifas de flete y los costos de transporte.
En este contexto, algunas líneas navieras han puesto ya sobre aviso a los cargadores al revelar detalles sobre su estimación de los recargos que éstos deberán soportar a partir del próximo año a medida que las navieras cumplan con el sistema de comercio de emisiones (ETS) de la Unión Europea, advirtiendo que dichos costos serán “significativos”.
A partir del 1 de enero de 2024, las navieras deberán monitorizar e informar de sus emisiones y pagar derechos por cada tonelada de CO2 emitida, incluyendo los viajes dentro del Espacio Económico Europeo y el 50% de los que terminan o comienzan en puertos europeos. Se espera que la volatilidad de los derechos de emisión de la Unión Europea (EUA) negociados en el ETS pueda aumentar debido a factores relacionados con la oferta y demanda, por lo que el recargo por emisiones se actualizará periódicamente para alinearse con los cambios en el precio de EUA.
Este nuevo “tour de force” para el transporte marítimo y la cadena de suministro añade aún más volatilidad e incertidumbre a una industria cuya lógica no siempre se manifiesta de forma coherente y sin contradicciones. Pero en esta (i)lógica del shipping también hay futuro. Aunque la Inteligencia Artificial no lo sepa ver todavía.