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Galgos o podencos

  • Última actualización
    05 enero 2024 05:20

No son pocos los que viven de predecir el futuro a largo plazo, con la ventaja de que en ese futuro lejano no habrá nadie para reprochar aquello de “ya te lo dije” o “ves como no tienes ni idea”. Así, es muy fácil tomar la palabra en artículos o tertulias para delinear toda una paleta de colores más o menos oscuros, negros casi siempre.

Muchos de los malos augurios vienen basándose en los puertos, los aeropuertos, los barcos, los camiones y los aviones como lo peor de lo peor en cuanto a detonantes de la contaminación que acabará con todo y todos, mayores y niños. Todo lo que se mueva, en definitiva, es culpable de todos los males.

Mientras, miren por dónde, el año comienza con excelentes datos económicos, con el paro en sus mejores registros desde 2007. Entonces, ¿a quién hacemos caso? Los catastrofistas tienen su total razón, pero desenfocada, que es como no tener ninguna. Determinadas obras del ser humano influyen de forma rotunda en el deterioro de nuestra casa Tierra. Determinadas acciones del hombre (y la mujer) nos llevarán a hacer este mundo inhabitable. De eso no hay duda. Lo que no es entendible es que ese negro panorama se achaque a cualquier obra, a cualquier acción, a todo avance.

Se invierte demasiado debate, libros, estudios, congresos, cumbres y conferencias hablando del futuro oscuro, tratando de poner fecha al fin del mundo, intentando concretar las acciones que nos van a llevar a todos a una supervivencia imposible. Toda una montaña de miles de millones de euros para averiguar cuál de los mil tiros que le han dado al muerto, fue el que lo mató.

Resulta que el verdadero fin del mundo no tiene fecha en el futuro, porque viene del pasado reciente y... ya está aquí, en cualquier telediario de hoy mismo. El difunto año 2023 ha sido testigo de ese final de finales, de tocar fondo como pocas veces en la historia de la humanidad, como ninguna desde el final de la segunda guerra mundial.

Por qué perder el tiempo en analizar si son galgos o podencos los que nos morderán en el futuro, si nos están devorando el cuello los perros rabiosos, en el presente

Nada tan inútil, para parar las atrocidades que estamos viviendo, como el derecho internacional, la ONU y todos los parlamentos de todos los países, con sus miles de politiquillos. Nada de lo que debería servir ha servido para evitar todas las guerras que han surgido como setas en los últimos meses, en África, Ucrania o Gaza. Por qué perder el tiempo en analizar si son galgos o podencos los que nos morderán en el futuro, si nos están devorando el cuello los perros rabiosos, en el presente.

Toda la energía que se vierte en defender el planeta, entre cofee break y cofee break, de falsas amenazas o de amenazas concretas del futuro a medio o largo plazo, podría invertirse en luchar contra la realidad que hoy pudre la existencia de millones de personas.

Es hoy un día magnífico para determinar con qué talante vamos a afrontar el futuro. La realidad del planeta, medioambiental y socialmente, es concreta y realmente preocupante. Pero no de la forma que nos lo pintan los que viven del color negro. Los puertos y la logística, los barcos, los aviones y los camiones son más solución que problema. El peligro para la tierra son las guerras, que puede que no traigan el final, pero hacen que apetezca que llegue.

Lo demás... es solucionable.

Vamos a por 2024, con paz y alegría. La paz, lamentablemente, no depende de nosotros, la obligación de discernir dónde están los problemas y dónde las soluciones, sí está en nuestra mano. Eso, algo de alegría nos ha de proporcionar.