Algunos medios, generalistas, digo, no van a dejar que la verdad les pare. La epidemia del desenfoque que estamos viviendo estos días en torno al Puerto de Valencia es de las que marcan récord histórico. Y uno espera que rectifiquen al día siguiente o que, al menos, nos dejen en paz… pero vuelven con las mismas cantinelas inventadas. Incluso después de haberles demostrado que no han dado ni una.
Los profesionales del Puerto de Valencia, debemos ser inmortales, por lo mucho que hicimos, todo malo, contra todo, desde … siempre. Todas las ampliaciones del recinto portuario son culpa nuestra, desde que el puerto es puerto, es decir, hace más de 500 años.
Que las cosas eran más bonitas y saludables antes es totalmente cierto, en todas partes. Incluso nosotros mismos éramos más bonitos. Pero que el tiempo haya cambiado huerta por naves industriales, trozo de litoral por inversión, no sólo ha pasado en el entorno del Puerto. Yo juraría que cuando llegué a Valencia, hace algunos años ya, al lado de mi casa, en la calle Maestro Valls, había un maizal ubérrimo. Y una típica barraca, la del tío Carrasco. Y ahora hay casas. Y que en la calle Padre Pedro Velasco, dentro de las tristemente famosas Casitas Rosas, donde recalé al poco tiempo, al lado, a unos pocos metros, teníamos una gran explanada virgen, donde íbamos a empinar el cachirulo. ¡Lo que daría yo ahora!
Es decir, que eso de que el campo deje paso al cemento no es exclusivo de los puertos, ni es algo nuevo. Como tampoco lo es la complejidad de la relación entre las instalaciones portuarias y su entorno ciudadano. Lo que sí es exclusivo del Puerto de Valencia es el perpetuo goteo de ataque de alguna prensa, en base a cimentar noticias en mentiras. Exclusiva pero no nuevo. Miren lo que publicábamos, en un largo trabajo sobre el tema, a finales de 1995 en el Anuario de Diario del Puerto… “En general, los temas portuarios son abordados por los medios de información general de forma esporádica, sin especialización, con errores considerables y muy reiterados”. También hablaba de la necesidad de mejorar la comunicación del sector hacia la sociedad, que para todos había crítica. Ya ven que el problema, el tema, está lejos de ser nuevo. Aun así, no nos resignamos ni nos deja de afectar la lectura de determinados textos. Nos sigue afectando que, cuando Valencia ha tenido varios días cerradas alguna de sus playas por los vertidos fecales directos de la ciudad, la prensa haya publicado mentiras medioambientales contra un puerto que tiene una piscina abierta a los ciudadanos en su Dársena Interior. Pero bueno, las declaraciones del conseller y del secretario de estado estos días han sido un bálsamo ante tanto escozor. Los políticos, cuando de verdad han de decidir sobre un Puerto, lo han apoyado siempre. Porque una cosa es opinar y otra decidir. Al lado de ese artículo que antes comentaba de finales de 1995, justo al pasar la página, podíamos leer una opinión del personaje que más ha ocupado espacio periodístico estos días, José Borrell, ministro Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente por entonces: “Pocas, muy pocas veces, el Puerto ha llevado la contraria a su ciudad. Y en los últimos años menos que nunca (…) los que de una u otra forma hemos sido responsables de su gestión, en modo alguno lo hubiéramos consentido.” Pues eso.