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Interacciones

Hablaba la pasada semana de la intervención de la política en la logística y no deja de ser curioso que justo una semana después vuelva a la carga con el mismo asunto porque ayer mismo, escoltado por el presidente de la APV, el jefe del gobierno valenciano, Ximo Puig, se calzó las botas de logístico para sacar a pasear las bondades y excelencias de un “instrumento fundamental” para la economía.

  • Última actualización
    23 enero 2019 17:31

No lo critico, al contrario. Lo único es que me gustaría, como a todos, que los puertos formaran parte del ideario de la clase política desde el minuto cero, y no cuando el tufillo de los comicios electorales comienza a colarse por las rendijas.

Estuvo hábil Ximo Puig haciendo confluir todos los éxitos del Puerto y su futura proyección nacional e internacional, en la “generación de riqueza y empleo, que es lo que nos obsesiona desde el principio de la legislatura”.

Efectivamente, los puertos (no solo del de Valencia) cuentan con una rémora histórica (que algunos se han empeñado en sobredimensionar) que es su condición de “malo malísimo” para el entorno... hasta el momento en el que te da trabajo, ahí ya la cosa cambia.

Dicen los estudiosos y confirman las estadísticas poblacionales, que una de las mayores preocupaciones de la ciudadanía es el empleo y su conservación. Se trata de un ítem recurrente, a veces por debajo de otros coyunturales, pero que siempre aparece en el TOP 5 de las cosas que el ciudadano de a pie siempre tiene en mente. No es casualidad.

Los puertos, las autoridades portuarias, se dejan los sesos (y millones de euros) en tratar de reparar esa afrenta que para muchos es ver crecer un puerto comercial. Los daños del pasado, posiblemente irreparables en el plano sentimental (que no económico), no pueden seguir condicionando el desarrollo de un puerto, más cuando ya hace años que existe una rígida normativa que impediría cualquier una afección intolerable sobre el entorno.

La estrategia de comunicación con su entorno emprendida por la APV es una de las posibles vías de solución. Destinar una inversión (mínima si se compara con cualquier obra portuaria) para medir anualmente el impacto del recinto portuario sobre la economía, con especial detenimiento en la generación de empleo, debería ser una asignatura obligada para cualquier gestor portuario que se precie. Y es que con datos en la mano todo parece un poco más sencillo, incluso convencer a la clase política.

Ha llegado el momento de pasar de la explicación de la realidad portuaria (qué somos, quiénes somos y qué es lo que hacemos) a la implicación de la ciudad en su puerto (de esta forma influimos en todos vosotros).

La bien llamada interacción puerto-ciudad, presupone un movimiento recíproco de las dos partes (no solo unidireccional como hasta ahora) en el que confluyen los intereses comunes de todos, que son muchos, para conseguir una identificación que se sujeta en el respeto y la colaboración máxima.

Debemos aprovechar, ahora que huele a alecciones, para sacar a pasear sin complejos el peso de la logística en general sobre la economía del país.

Dicho de otra forma, sería interesante pasar de explicar de qué forma se afecta al entorno, en todas sus acepciones, a tratar de visualizar cómo sería todo si no existieran estos motores generadores de riqueza y empleo.